"Somos catequistas" intenta ser un espacio de comunicación y de compartir recursos para la difícil y apasionante tarea de trasmitir el Evangelio. Periódicamente se irán agregando nuevos elementos para la reflexión y la tarea. Lo incluído no apunta a la uniformidad sino a la unidad en la diversidad, el debate, la valoración de la opinión del otro. Por ende es importante la participación con el voto, el comentario o el envío de material (lito.balabanian@gmail.com) Bienvenidos.
viernes
Catequistas escolares: Salario Justo?
Somos catequistas
José Manuel Balabanian
martes
El cuento de la semana
Carlos y Laura
Autor/a: Desconocido/a
Procedencia: Colaborador/a
Carlos, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Laura en un bar a tomar un café. Deprimido descargó en ella sus angustias...que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación...todo parecía estar mal en su vida. Laura introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 euros. y le dijo:
- Carlos, ¿quieres este billete?
Carlos, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Claro Laura...son 150 euros., ¿quién no los querría?
Entonces Laura tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña pelota. Mostrando la estrujada pelotita verde a Carlos, volvió a preguntarle:
- Y ahora ¿lo quieres igual?
- Laura, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 euros., claro que los cogere si me lo das.
Entonces Laura desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
- ¿Lo sigues queriendo?
- Mira Laura, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete de 50 y mientras no lo rompas conserva su valor...
- Entonces Carlos, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido... lo que debes preguntarte es CUANTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado. Carlos quedó mirando a Laura sin atinar palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro. Laura puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
- Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...pero ¡¡me debes un billete NUEVO de 50 euros. para poderlo usar con el próximo amigo que lo necesite!!
Le dio un beso en la mejilla a Carlos - quien aún no había pronunciado palabra - y levantándose de su silla se alejó con su atractivo andar, con rumbo a la puerta. Carlos volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó en su billetera y dotado de una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta......"
domingo
El cuento de la semana
En un centro deportivo, se realizaba una carrera con vallas, en la que participaban cuatro niños pequeños, acompañados por sus padres dada su corta edad. El recorrido sería muy sencillo para un adulto, pero para los niños era sumamente difícil, pues si bien las parecitas a saltar o trepar eran muy bajitas, el riesgo de un golpe estaba latente; y las curvas eran abiertas pero igual se podían desviar o tal vez tropezar. A pesar de esto, el entusiasmo era muchísimo en los niños, todos por igual se desesperaban por iniciar el camino. Los que no todos tenían el mismo entusiasmo eran los padres, que querían mucho a sus hijos, aunque cada uno a su manera, y sus actitudes en la carrera de los hijos fue muy dispar.
Cuando comenzó la competencia, uno de los niños patinó apenas, pero bastó para que el padre se asustara mucho y abrazándolo muy fuerte, no dejó que continuara. Otro hizo el recorrido llorando pues su padre desde un costado, le gritaba exigiéndole que sea el triunfador, solo le interesaba que su hijo fuera "un ganador", y con sus retos lo humillaba cada vez que el niño tropezaba, hasta que decidió abandonar. El tercero, hizo el camino a los tumbos, pues el padre solo se limitaba a prevenirle donde se encontraban las curvas y como sortear las parecitas (que para los niños eran duros muros en su camino) pero le dejaba que hiciera su propia experiencia, al tiempo que lo acompañaba. Y fue así como cuando se desviaba, de a poco se iba dando cuenta, y recordando los consejos del padre volvía al camino. Las tres primeras paredes le provocaron golpes, pero ya las últimas las saltaba mejor; fue el que más moretones cosechó. Y el que llegó primero fue otro, que había sido llevado del brazo todo el camino por el padre sin soltarlo, lo levantó en las vallas, lo giró en las curvas y lo apuró hasta llegar a la meta.
Transcurrido un tiempo, ya adolescentes, el destino quiso que los cuatro compitieran de nuevo en una carrera similar, pero por supuesto más difícil y sin sus padres al lado. ¿Quién creen que ganó?...
Encuentros con la Buena Noticia
EL HIJO PRODIGO Y EL PADRE MISERICORDIOSO
(Comentario sobre el cap.15 de Lucas)
Cristo sentado a la mesa de los "pecadores", de los despreciados por los "justos" religiosos de la época, es un "escándalo" difícil de soportar para los "satisfechos de su justicia", edificada en el "cumpli-miento" de la enorme cantidad de normas y leyes exteriores que imponían (que por supuesto la gente sencilla no podía conocer -y por ende cumplir-, hecho por lo cual eran rechazados). Ante la "murmuración" de los escribas y los fariseos Jesús dice tres parábolas:
-La de la oveja perdida (entre cien).
-La de la moneda perdida (entre diez).
-Y la del hijo perdido (el menor de dos hermanos).
Las tres se refieren a lo mismo, pero vemos que hay una progresión en importancia, ya que no es lo mismo una oveja entre cien, que una moneda entre diez, y muchísimo menos que un hijo entre dos.
En las dos primeras son seres sin conciencia, que solos no pueden volver, entonces se deja las noventa y nueve ovejas o las nueve monedas restantes y se va en busca de la perdida; es Dios que va a buscar lo que estaba perdido. Pero en la tercera el Padre deja ir al hijo, no porque no lo ame sino porque respeta su libertad. Pero alejado de El, el hijo descubre al Padre interiormente y decide volver, es el Hombre que vuelve a Dios.
Cuando el Padre ve que el hijo vuelve, sale a su encuentro corriendo ("el arrepentimiento camina,
El hijo mayor simboliza la actitud de los escribas y los fariseos (de ayer y de hoy) que no entendieron la actitud de Jesús hacia los pecadores.
Pero Cristo (que llegó a morir en rescate de lo perdido) sigue buscándonos, y nos trae esta Buena Noticia, la de la inmensa Misericordia hacia nosotros, que motiva nuestra conversión, la del verdadero Amor que nos invita a "volver a la casa del Padre", la de
¡QUE JESUS, NUESTRO "PADRE MISERICORDIOSO", NOS RECIBA CON LOS BRAZOS ABIERTOS EN NUESTRO CONSTANTE "VOLVER A DIOS"!
Resultado de la última encuesta:
sábado
miércoles
El cuento de la semana
Yo soy hombre de ciudad, pero conocí algo del interior, como por ejemplo Córdoba, Mendoza y Misiones. Allí es fácil descubrir lugares hermosos para ver, y sentirnos parte de la creación. Pero soy un convencido de que aquí también hay cosas para admirar, solo hay que saber descubrirlas y encontrarles el sentido. Y me propongo ir en su búsqueda..., quizás me ayude a encontrar a Dios.
OBELISCO
Corrientes y 9 de Julio, pleno corazón de esta bulliciosa ciudad llamada Buenos Aires. Estoy parado frente al símbolo de la ciudad: el obelisco; y me siento maravillado. Esa mole monolítica de cemento, creación majestuosa del hombre, hace que me sienta orgulloso de pertenecer a esta raza humana, cuya inteligencia y destreza, hizo posible esta imponente obra.
Dicen que ya en el antiguo Egipto eran muy vistos, se ve que la intención del hombre de querer tocar el cielo con las manos viene de hace tiempo. También su ingenio, pues en aquél entonces se escribían jeroglíficos en sus paredes, y hoy en día, siempre hay alguno que intenta pintarle frases con aerosol, (algunas muy vulgares, pero curiosamente lo vulgar me parece cada vez mas divertido).
A todo esto, la luz del sol estorba mi visión y este hecho me fastidia, por eso rodeo el obelisco para verlo sin que nada extraño me moleste.
Sigo en mi "éxtasis arquitectónico" y alzando la mirada veo en su extremo la ventanita bien trabajada y pareciera que cuando mas inclino la cabeza hacia atrás, para venerar la altura del monumento, mas pierdo el equilibrio.
En tanto una brisa suave del sur despeina mis cabellos cayendo caprichosamente un mechón sobre mis ojos. Como si el sol antes y ahora el viento, prefirieran que los admirara a ellos en lugar del obelisco...
Sostengo los cabellos con mi mano y al cabo de unos minutos, siento que ese pilar alto con forma de aguja piramidal me está cansando. Ya no lo veo tan majestuoso. Hasta me parece tosco, es como que me deslumbró un rato, pero no llegó a colmar mi espíritu insaciable de lo perfecto, lo bello, lo trascendente. Me harté, y me voy insatisfecho en busca de otra creación majestuosa del hombre con la esperanza de hallar algo que colme mi ser; y me pregunto, ¿Será posible descubrirlo en la ciudad?...
Y para que mis desventuras sean completas, cuando mis pasos me alejan de ese lugar hacia una vidriera de electrónicos, algo me hace tropezar y casi caigo. Al voltear el rostro veo una mata de pasto, que tozudamente se escabulló entre las baldosas frías, rodeando una frágil flor silvestre movida por la brisa... Me fui maldiciendo y preguntando a quién se le ocurriría poner pasto allí... Mientras a mis espaldas seguía erguido y orgulloso el obelisco gris rasgando el firmamento azul...
"El Dios escondido", José Balabanian, Ed. San Pablo
lunes
Mujeres en la Biblia
Las mujeres en los Evangelios
Una adolescente en problemas (fuente Buenas nuevas.com)
por Gloria Ladislao
“Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hija está llegando a su fin; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. “
Mc 5, 21-24
Al final del relato sabremos que la hija de Jairo tenía doce años. ¿Qué puede pasarle a una niña de doce años como para que esté “llegando a su fin” ? Aunque la traducción suene extraña, quiero ser fiel al texto griego, que aquí no usa la palabra usual para decir “morir”, sino esta expresión “llegar a su fin”. ¿Al fin de qué?
Como en otros casos de milagros que tienen por protagonistas a mujeres, esta niña está en la cama, adentro de la casa, muy grave, sin ningún diagnóstico certero. No sabemos con precisión qué tiene.
El relato de este milagro se interrumpe con la aparición de la mujer que sufría hemorragias desde hacía doce años. Algo une a esta mujer madura con esta mujer-niña. La niña de doce años se está muriendo, llega a su fin. La mujer sangrante hace doce años que está muerta en vida. La niña de doce años se está acercando, o ha entrado ya, en la pubertad, cuando su cuerpo empieza a perder sangre periódicamente. La mujer madura hace doce años que sangra.
Y si la mujer sangrante salió a la calle a buscar la salvación, la mujer-niña de doce años, por el contrario, está en la cama, está adentro de la casa, sin salir, sin poder pedir ayuda. Es su papá el que sale a buscar al Maestro para decirle: “Mi hija está llegando a su fin”.
La adolescencia duraba muy poco en aquella cultura. Cuando la niña tenía su primera menstruación, se realizaba el compromiso matrimonial, acordado por ambas familias. Al año del compromiso, los jóvenes se casaban.
Esta niña pertenecía a una familia especial. Su padre era uno de los jefes de la sinagoga. Con semejante cargo, sólo podemos pensar en un buen cumplidor de los preceptos religiosos. Seguidor seguramente de las prácticas fariseas, puntilloso en la observancia de la ley.
“Cuando una mujer tenga su menstruación, será impura durante siete días, y el que la toque será impuro hasta la tarde.
Cualquier objeto sobre el que ella se recueste o se siente mientras dure su estado de impureza, será impuro.
El que toque su lecho deberá lavar su ropa y bañarse con agua, y será impuro hasta la tarde.
El que toque algún mueble sobre el que ella se haya sentado, deberá lavar su ropa y bañarse con agua, y será impuro hasta la tarde.
Si alguien toca un objeto que está sobre el lecho o sobre el mueble donde ella se sienta, será impuro hasta la tarde. “Lev 15, 19-23
Todos los cuerpos cambian a los doce años. Pero para una niña perteneciente a una familia cumplidora de la ley, este cambio venía acompañado de imposiciones. No más la libertad de andar por toda la casa, de tocar cualquier cosa, de ayudar a cocinar… Esas eran algunas de las cosas, además de los cambios físicos, que afectaban el cuerpo de una muchachita de doce años. “Mi hija está llegando a su fin”. Y para este cuerpo que está agonizando, Jairo pide sanación y salvación con el cuerpo: “Ven a imponerle las manos”.
“Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?». Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas». Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!». En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña. “
Mc 5,35-43
Primero, sacar a todos del medio. ¿Qué hace toda esa gente contemplando el espectáculo de una niña que no puede soportar su cuerpo de doce años y está tirada en la cama? Afuera todos. Sólo el papá y la mamá, y algunos de los discípulos como testigos de la comunidad. Nadie más.
Sin temor a la impureza de esta muchachita que ya todos creen muerta, como tantas otras veces, Jesús toca. La toma de la mano. Y le ordena: Talitá kum, ¡Levántate! Para que no sea la hora del fin, sino la hora de resurgir, de estar de pie, de caminar de un modo nuevo. Esta es la voz que la niña-mujer necesitaba oír. Una voz que llega hasta ella con palabras que no la hunden sino que la elevan, una voz para sacarla a ella y a sus papás del miedo de este momento. Y una mano que no va a cumplir las prescripciones del Levítico - “no tocar, no tocar, no tocar” - sino que está ahí justamente para tocar, para establecer contacto, para que este cuerpo de doce años siga conectado a otros cuerpos, a otras vidas, a toda la posibilidad de relación.
Para Trabajar en grupo |
Las prescripciones del Levítico relativas a la sangre eran normas religiosas y sociales que se le imponían a cualquier niña a partir de la pubertad.
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viernes
Agradecemos el artículo
Eclesia.info - "Las noticias de la Diócesis de Lomas de Zamora" - viernes, 10 de octubre de 2008
domingo
ENCUENTROS CON LA BUENA NOTICIA
Cuando el doctor de
Pero el doctor de
Aquí hay que explicar que para el judío había leyes de "projimitud", no toda persona era su prójimo. Lo eran: primero su familia, luego su tribu, mucho después todo judío, y nada mas. Es decir que, por ejemplo, un samaritano (oriundo de Samaria) no podría ser (en su mentalidad) nunca su prójimo. Recién a partir de la parábola que Jesús diría en respuesta a este judío, el concepto de prójimo se extendió a todo hombre, a todo hermano que me necesite.
Cristo cuenta la historia del hombre atacado y herido por ladrones, que es dejado en el camino medio muerto, y hace notar que pasan a su lado: primero un sacerdote y luego un levita (ambos encargados del culto a Yavé en el templo), y siguen de largo (quizá para no caer en la "impureza del contacto con sangre, en virtud justamente de dicho "culto").
Pero el samaritano que pasó, se conmovió, se acercó, vendó sus heridas, lo cargo sobre sí, lo condujo a un albergue, lo cuidó, pagó al dueño del albergue por él, y le dijo que lo que gaste de mas, se lo pagará cuando vuelva.
Al doctor de
¡Hermosas y sabias palabras del Señor! ¡Nuestra vida cobra sentido, en la entrega a los demás! Pero aún así, que carga moral difícil de cumplir...
Pero Cristo nunca nos deja una "bomba" en las manos y escapa, no es su manera de proceder, pues de ser así, este pasaje no sería una Buena Noticia, sino exclusivamente una obligación moral.
Por eso, volvamos a la lectura y preguntémonos a nosotros mismos: ¿Quién fue el que conmovido por Amor,se acercó a mi vida? ¿Quién vendó mis heridas? ¿Quién cargó sobre sí nuestros males, nos condujo y pagó por nosotros al "Dueño del albergue"? ¿Quién nos cuida y paga por nosotros hasta que vuelva?...
Si Jesús nos pide amar al prójimo, es porque El mismo nos amó y nos está amando ahora, en todo instante, a cada uno de nosotros. ¡Y ésta es
¡QUE EL SEÑOR, NUESTRO BUEN SAMARITANO, NOS AYUDE A VIVIR EN EL AMOR, COMO ÉL NOS ENSEÑÓ!
jueves
Adolescentes: "Proyecto Personal de Vida"
La imprevisibilidad de cada vida
"...Vivir, es prometerse vida, anticiparse a uno mismo. No parece posible, no le es, vivir sin proyectar, sin anticipar, y cada anticipación es algo así como un salto en el vacío, un salto hacia lo que aún no es, el salto que hace posible que lo que no es sea. Contar con lo que aún no es, es otra cosa que calcular o predecir: es arriesgar, apostar.
El juego y el arte son escenificaciones y celebraciones de lo que toda vida tiene de imponderable, de imprevisible. La vida tiene, es, una imprevisibilidad irreducible a cualquier cuenta, a cualquier certeza. La existencia es un tiempo de riesgo: es el espacio temporal que permite el juego de las decisiones, que permite la movilidad, la transformación. El crecimiento.
La vida es actuación, no ensayo. Nacemos sin saber cómo se vive y morimos cuando ya no tenemos tiempo para vivir como aprendimos a a hacerlo. Las cosas más importantes ni se enseñan ni se aprenden antes de hacerlas, tampoco, en general, dan el tiempo de programarlas y controlarlas: llaman a responder, no a calcular. Cada respuesta, cada riesgo, es una experiencia, no una repetición, y por eso mismo, es una creación. Un acto irrepetible e individual, siempre provisorio e inconcluso, siempre abierto.
"No se puede tener paz evitando la vida", reprocha en algún lugar Virgina Woolf a los que quieren "proteger" de la incertidumbre de sí misma. Ni paz ni seguridad sin lo imponderable. La falta de certeza es una falta que suma: lo imprevisible es el espacio, la anchura, que tiene lo previsible para ser más que lo que se previó, para enriquecerse de novedad, de alteridad. Lo imprevisto, lo incierto, el riesgo, son nombres de la flexibilidad, la ductilidad, del momento de apertura de las posibilidades sin las cuales serían impensables tanto las innovaciones como la evolución, el crecimiento como la creación.
Cuanto más asegurada está una vida más encerrada está, menos vida es; menos espacio abierto tiene para respirar, para aletear. Si vivir es anticipar, el anticipar produce temeridad: el miedo de abandonar lo que se por lo que se puede ser: de avanzar. Para nuestra cultura vivir es controlar, domina; dominando, controlando, nos sentimos seguros, aseguramos que nada quede fuera de control, aunque lo que quede fuera sea lo que en la vida escapa a todo control: lo que tiene de novedad, lo que solo en libertad llega a nacer.
Bajo el mito de la seguridad, nuestras decisiones, las que tomamos, las que son aplaudidas, tienen como meta no tener que tomar nuevas decisiones, no volver a decidir. Soñamos con lo estable, con lo que nos libere para siempre de la ansiedad de decidir, de los riesgos a asumir... Soñamos, sin saberlo, con la muerte...
El juego nos atrae porque está tan abierto a la victoria como a la derrota: nos atrae su riesgo, su imprevisibilidad. Sin ese riesgo cualquier juego, cualquier vida, sería un simulacro de vivir, una parodia. Asumir este riesgo es asumir el coraje y la tensión de vivir. Asumirlo, es asumir la gravedad de la vida: su dignidad.
La vida no es claridad, es penumbra, su luz no es la del mediodía, sino la del amanecer, la que insinúa, promete. Más que dejarse ver se deja adivinar, presentir: esa penumbra, parece desmentir cualquier tentativa de creer que lo ya vivido y sabido la puede explicar. Que cualquier explicación la puede agotar.
Lo que la vida tiene para darnos es lo que ella aún no es: ese espacio abierto en que nos invita a nacer, ese riesgo que nos llama a recorrer..."
Hugo Mujica
* Leer el texto y elegir 3 ideas importantes del mismo.
* ¿Por qué a veces se tiene miedo al riesgo?
* ¿Con qué y/o con quiénes contás a la hora del salto, del riesgo?
* ¿Qué entendés por “proyecto personal de vida”?
* Escribir en no menos de media carilla y no más de 2 carillas cuál es, hoy por hoy, tu proyecto personal de vida. Incluyendo qué cosas actuarían como facilitadotes y qué como obstáculos a superar.
Compartimos lo trabajado (También se puede reflejar el PPV a través de una producción personal simbólica: con crealina, porcelana fría, cartulina, etc.)
Dinámica para adolescentes: el mundo hoy.
* Se les propone la producción en grupo de un video clip o presentación en la que se muestre la realidad pero abierta a la esperanza.
(Se encontrarán con sorpresas agradables como la que le muestro a continuación (y en el blog de ecología y humanidad nombrado antes, encontrarán muchos más)
miércoles
Cuento para suscitar el espíritu misionero.
“La felicidad está más en dar que en recibir.” (Hech. 20, 35b)
TAMBERÍAS
Setiembre del 2000. El micro llegó a la ciudad de San Juan, luego de muchas horas de agotador viaje, en el que no faltaron chistes, canciones y charlas en las que la disponibilidad de tiempo permite conocer más al otro. Un poco más “arriba”, en plena precordillera, los habitantes de Tamberías, sabían que “los misioneros de Buenos Aires” llegarían de un momento a otro. Éramos un grupo del colegio San Ignacio, que quiso brindarle la posibilidad de tener una experiencia de este tipo a los alumnos (alrededor de quince adolescentes, acompañados por algunos adultos). El proyecto pastoral de la institución era el marco en el que se fueron preparando los misioneros durante todo el año, para esta visita a Tamberías (era el segundo año que el colegio misionaba en este lugar).
Él era uno más de los que pasaban los bultos, desde el micro hasta las dos “combi” que los llevaría hasta el destino fijado. Su cargo en el colegio era (y lo sigue siendo en la actualidad) el de catequista. Su rol en la misión, el mismo que el resto de los adultos que iban en el grupo, ayudar a que la misión salga bien y coordinar las cosas para que los alumnos tuvieran una experiencia significativa, distinta a la que el mundo les ofrece hoy. Pero sabía muy bien que ese año había sido muy duro para él y para su familia. Su aridez interior le preocupaba, sobretodo teniendo en cuenta la tarea que estaba a punto de comenzar.
Ya en viaje (seis horas de camino de cornisa de una sola mano, con innumerables curvas y contracurvas; con un horario establecido para subir y otro para bajar), las preguntas que invadían su silencio eran muchas: ¿cómo llevar esperanza a la gente del lugar en ese estado de aridez?, ¿cómo conducir a los alumnos a que tuvieran una experiencia de Cristo, si él, durante todo el año no la había tenido?, ¿cómo no sentirse hipócrita, tratando de dar lo que no se tiene?, y en medio de todo esto, ¿dónde estaría Dios escondido?...
Poco a poco, sus pensamientos fueron siendo sustituidos por las señales que su vista percibían, pues la belleza de la precordillera con sus picos de formas caprichosas y sus laderas coloridas, se le imponían con la autoridad que le da su esplendor. El río de montaña que acompañaba serpenteante nuestro paso y el cielo luminoso, decorado con “algodones”, más algún guanaco que se percibía a lo lejos, completaban el cuadro que cualquier pintor quisiera recrear. Mientras miraba extasiado pensaba, que los habitantes del lugar veían a diario este “idioma” natural que Dios tiene para comunicarse.
El recibimiento de un grupo de lugareños en la puerta de la capilla en la que permaneceríamos esos días, le emocionó. Y ya en los primeros días, comenzó a grabar en su corazón, sonidos como el del agua del deshielo corriendo por las acequias, silencios como los de la hora de la siesta, sensaciones como el del viento cálido sobre su piel, e imágenes como las de la cordillera nevada al amanecer o el cielo inundado de estrellas al anochecer.
Sin embargo, la máxima expresión de Dios en aquél lugar, la encontró en las risas de los niños, en sus miradas cristalinas y sus pies descalzos; en la simpleza de la gente que los recibía en cada casa, compartiendo lo poco que tenían para acompañar el mate y la charla; en los ojos cansados pero cordiales de cada anciano; en las manos curtidas de los que trabajan la tierra o el buen humor de los que trabajan para el “gobierno” (el municipio), y en la sana ingenuidad de cada joven. Luego de unos días descubrió que ellos le trasmitirían la esperanza a él y no al revés.
Se volvió sólo, pues como trabajaba en otros colegios, debía estar en Buenos Aires unos días antes que los demás. Y de alguna manera, mientras viajaba comenzaba a extrañar a ese Dios escondido en cada milagro de la naturaleza o en cada corazón abierto de la gente del lugar.
Transcurridos unos días, después de su regreso, se fue dando cuenta que en cada abrazo de su esposa y sus hijas, en cada situación cotidiana, en cada uno de los amaneceres o anocheceres o detrás de cada mirada aparentemente desafiante, pero muy necesitada de cada adolescente en clase, podía contemplar el mismo rostro oculto de ese Dios que, sutilmente, lo acompaña siempre, allí en Tamberías, aquí en su realidad cotidiana o donde sus pasos lo quieran libremente llevar.
"Arde el cielo" de Maná
domingo
Si de santidad se habla, déjenme nombrar al recordado Frans de Vos
EL BURRO ERA YO
(Homenaje al padre Frans de Vos)
Él era un joven que, con todos sus ideales y proyectos a cuestas, acababa de ordenarse sacerdote, allá en su Bélgica natal. Como era costumbre en el festejo por la ordenación, su recorrido desde el templo hasta el salón de la parroquia, fue acompañado por los suyos, por su comunidad, y las “chicas” de Acción Católica le arrojaban al paso pétalos de flores, además de recibirlo con vivas y aplausos. Seguramente no se imaginaba entonces, el amor que recogería tiempo después en un país tan lejano al suyo
El festejo de sus 25 años de sacerdocio, lo encontró justamente en ese horizonte lejano llamado Argentina, en el cual ya se lo valoraba como hombre de Dios, que deja traslucir a Cristo. Y en medio de tanto homenaje recordó aquel agasajo del día de su ordenación. Contó que, en aquel entonces, ante tamaño recibimiento, se sintió como Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén. “Lo que no sabía entonces –dijo- que el burro… ¡era yo!. No es que la tarea del burro no sirva –agregó- , pues es el medio; pero lo realmente importante es a quien esta transportando”.
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Lo conocí hace algunos años, cuando ya era admirado por los que lo habían “descubierto” en esta viña del Señor donde de todo se encuentra. Fui viendo en Él, paulatinamente, la humildad del sabio, la suavidad y la ternura del fuerte, la simpleza del que tiene mucho para decir, sabiendo que porta una voz que no es la suya. Es común verlo con la Biblia abierta ante sus ojos y su alma, en compañía o en soledad, tratando de escuchar, qué es lo que Dios quiere decirle. Mientras los demás damos vueltas por la Junta catequística de Lomas de Zamora, dando o escuchando encuentros, cursos o charlas, el reza con la Palabra. Mientras muchos hablamos de Cristo, él lo vive.
Hoy, a punto de volverse a su país, lo veo, con su paso aparentemente cansino pero lleno de vigor, y con el mismo ardor interno de siempre, que seguramente se lo da, la firmeza de sus ideales, la convicción de lo que quiere trasmitir, el Amor que recibió de Dios y que quiere volcarlo a los demás.
Realmente pienso ¡Cuántos han “transportado en su lomo” a Cristo hacia mi vida! ¡Cuánto tengo que agradecer! Hoy, como catequista, sueño con poder ser, algún día, solamente una persona que deja traslucir a Cristo. Al menos, mientras lo intento, Dios me regaló un ejemplo a imitar: el querido Padre Frans. Por cristianos como él seguimos diciendo con gozo: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
(del libro inédito aún "Destellos de Luz, reflejos de vida" de José Balabanian ed. San Pablo)
Nota: Cuando estas líneas fueron escritas Frans estaba entre nosotros. Hoy, a un tiempo de su muerte, nadie de los que lo conocimos duda acerca de "donde" está...
Del libro "Destellos de Luz, reflejos de vida" de José Balabanian Ed. San Pablo (En edición)
sábado
Cuentos sobre el compartir.
El país de las cucharas largas
Aquel señor había viajado mucho. A lo largo de su vida, había visitado cientos de países reales e imaginarios.
Uno de los viajes que más recordaba era su corta visita al País de las Cucharas Largas. Había llegado a la frontera por casualidad: en el camino de Uvilandia a Parais, había un pequeño desvío hacia el mencionado país; y explorador como era, tomó el desvío. El sinuoso camino terminaba en una sola casa enorme. Al acercarse, notó que la mansión parecía dividida en dos pabellones: un ala Oeste y un ala Este. Estacionó el auto y se acercó a la casa. En la puerta, un cartel anunciaba: *PAÍS DE LAS CUCHARAS LARGAS” “ESTE PEQUEÑO PAÍS CONSTA SÓLO DE DOS HABITACIONES LLAMADAS NEGRA Y BLANCA. PARA RECORRERLO, DEBE AVANZAR POR EL PASILLO HASTA QUE ESTE SE DIVIDE Y DOBLAR A
GALLETITAS
A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.
Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.
La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita.
La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. " No podrá ser tan caradura", piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.
- Gracias! - dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
- De nada - contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: " Insolente".
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas... ! Intacto!.
Cariños Gabriela
viernes
Para inaugurar el blog les quiero compartir un cuento. Espero que les sirva.
Javier, Mavi, Juan y Tere son catequistas, y se conocieron en una Jornada de reflexión, que la diócesis a la que pertenecían había organizado. El tema de dicho Encuentro era “El verdadero rostro de Dios”, con el claro objetivo de reflexionar sobre el Dios de la Misericordia, del Amor gratuito.
Los cuatro coincidieron en un trabajo en grupo, y compartieron lo importante que había significado para ellos poder trabajar este tema. Todos tuvieron la “suerte” de tener padres que intentaron transmitirles su fe en Dios, pero, por supuesto, cada uno a su manera…
Javier contó que sus padres habían querido que, ya de pequeño, evitara el mal y eligiera el bien, por eso es que lo amenazaban con que si se no se comportaba correctamente, Dios lo iba a castigar (hecho por el cual, sus travesuras infantiles habían sido bajo techo para que “Dios no lo viera”).
Mavi creció en medio de una extraña mezcla de creencias. Los domingos, por ejemplo, era infaltable la misa matinal, y por la tarde llegaba el pasatiempo de su madre de “tirarle las cartas” a sus amigas. Y recordó cómo disfrutaba, tanto cuando su madre la alzaba (al terminar la misa) para darle un beso a cada imagen de Santo que había en el templo de su parroquia, como cuando las visitas dabas grititos de sorpresa y admiración cuando alguna de las cartas echadas coincidía con su realidad.
Juan, en cambio, recibía de su padre la convicción de que la buena situación económica de la familia, seguiría a través de las generaciones, pues ellos siempre “trabajaban para Dios” en la parroquia y en algún que otro Movimiento. Mientras Juan no cambiara, Dios no le iba a “voltear el rostro”. En medio de esta certeza, solo una cosa le inquietaba: saber que un compañero de grupo parroquial del padre había perdido el trabajo.
Tere, por su parte, se crió con una carga moral muy grande, pues sus padres eran muy estrictos, tanto con ella y su hermana, como en el juicio a todo lo que no fuera moral cristiana. Tere abrazó la fe, pero siempre sintió que ser cristiana le pesaba.
Quizá, por todo esto, los cuatro se pusieron de acuerdo en la necesidad de transmitir el tema de la Jornada en los respectivos grupos que cada uno tenía a cargo.
Y así fue.
Javier empezó hablando de la Misericordia de Dios, pero al plantear el diálogo con el grupo, sus acotaciones fueron derivando sin darse cuenta, en el tema de la Justicia, y consecuentemente en “El Juicio”, y cuando se quiso acordar, estaba hablando del castigo de Dios.
Mavi, por su parte, sabía que en su encuentro de catequesis le iba a ir bien, pues antes de ir a su parroquia, le había dado una ojeada al horóscopo, el cual le auguraba éxitos en todo lo que emprendiera en el día.
Juan, tomó la parábola del “servidor despiadado” del capítulo 18 de Mateo, para explicar la conveniencia de ser misericordioso, pues de ese modo Dios nos retribuirá con su misericordia.
A Tere, en cambio, se le fue el encuentro de las manos cuando se escandalizó ante la pregunta de uno de sus catequizandos de 1º año de Polimodal, quien le planteó que no creía en que Dios fuera misericordioso, pues en el mundo había mucho sufrimiento. Tere pidió para él una sanción de la dirección del colegio por faltar al respeto.
Mientras tanto, en el salón donde se había realizado la Jornada de reflexión, seguía colgado un dibujo del abrazo del Padre Misericordioso, con un cartel que expresaba el lema del Encuentro: “Dios: Misericordia y Amor gratuito”
Del libro "Destellos de Luz, reflejos de vida" de José Balabanian Ed. San Pablo (En edición)
Artículo: "¿Quién entiende a los adolescentes?"
En no pocas reuniones de catequistas escolares de adolescentes, se percibe el esfuerzo, la incertidumbre e incluso la desazón provocados por las actitudes de los adolescentes en clase. No pretendo en esas pocas líneas abarcar toda la complejidad del tema, solo expresar una reflexión por lo que vivimos a diario, los que tenemos la dicha de trabajar con estos “raros especimenes” del género humano.
Sus contradicciones nos desorientan, pues por un lado conocen muchas cosas de las que nosotros (adultos, más allá de la edad que tengamos) no teníamos ni idea en nuestra adolescencia, pero les decís que tiren el “chicle” y es como si les hubieras clavado un puñal por la espalda. O les contás tu mejor chiste y, no solo que no se ríen, sino que se miran entre ellos burlonamente para que quede claro que el humor no es lo tuyo, pero utilizás términos como “a troche y moche” o “la mar en coche” y se te matan de risa, haciéndote sentir el “eslabón perdido”. El “está todo bien” que repiten hasta el hartazgo, parece esconder todo lo que está mal, y llama la atención su no-resistencia a la chatura que les propone la sociedad en general y los medios de comunicación en particular. Además se oponen a todo, argumentando aún sin tener argumentos (para ellos todo es posible). Ni siquiera quieren “ser grandes” como deseábamos nosotros a su edad. Y así podríamos seguir enumerando “rarezas” interminablemente.
Ante esta situación tenemos dos opciones. Un camino es criticar despiadadamente, enmascarando un desahogo de la propia frustración o simplemente como mecanismo de defensa (pues si algo queda evidenciado, es que su conducta nos moviliza, nos confronta y nos pone ante un espejo que no siempre queremos ver). O bien reconocer algunas cosas, como por ejemplo que si el adolescente no quiere llegar a la adultez, ¿no será porque el adulto ve a la adolescencia como el ideal? (y no hablo solo de la Alfano o de Nacha Guevara…). O ¿por qué no aceptar que es, hasta cierto punto, sano que ponga en revisión todo lo adquirido, como punto de partida de un “hacerse cargo” de sus vidas (y de su fe)?. Habrá llegado el momento de ponerse en el lugar del otro y aceptar que cuando ellos hablan de “transar”, no están queriendo decir lo mismo que significaba para nosotros, o que si a alguien lo tildan de “flogger”, no es precisamente porque le gusten las flores, o si dicen "arre" a cada instante, no es porque le están hablando a un caballo.
Nos plantean un hermoso desafío. Es a estos adolescentes y no a otros a quienes les tenemos que presentar a Cristo. Habrá que poner en juego toda nuestra creatividad, ofrecerles caminos acordes a su realidad y también, cuando la situación lo requiera (con el amor como fundamento) ponerles los límites que a viva voz reclaman con sus actitudes.
Será tiempo también de revisar nuestra coherencia (o incoherencia) que como adultos hemos reflejado.
Por último, creo que como catequistas, nuestro enfoque debe estar puesto más en la persona que en el fenómeno. Cuando uno entra más en la escucha y el acercamiento, puede llegar más al otro y de esta manera se derribarán muchos prejuicios, que no nos permiten encarar la difícil pero hermosa tarea a la que hemos sido llamados.
Lito Balabanian
(Artículo escrito hace tiempo atrás para el periódico de la diócesis de Lomas de Zamora "El desafío" y para la revista "Vida pastoral")
viernes 8 de agosto de 2008