miércoles

El cuento de la semana

Yo soy hombre de ciudad, pero conocí algo del interior, como por ejemplo Córdoba, Mendoza y Misiones. Allí es fácil descubrir lugares hermosos para ver, y sentirnos parte de la creación. Pero soy un convencido de que aquí también hay cosas para admirar, solo hay que saber descubrirlas y encontrarles el sentido. Y me propongo ir en su búsqueda..., quizás me ayude a encontrar a Dios.

OBELISCO

Corrientes y 9 de Julio, pleno corazón de esta bulliciosa ciudad llamada Buenos Aires. Estoy parado frente al símbolo de la ciudad: el obelisco; y me siento maravillado. Esa mole monolítica de cemento, creación majestuosa del hombre, hace que me sienta orgulloso de pertenecer a esta raza humana, cuya inteligencia y destreza, hizo posible esta imponente obra.

Dicen que ya en el antiguo Egipto eran muy vistos, se ve que la intención del hombre de querer tocar el cielo con las manos viene de hace tiempo. También su ingenio, pues en aquél entonces se escribían jeroglíficos en sus paredes, y hoy en día, siempre hay alguno que intenta pintarle frases con aerosol, (algunas muy vulgares, pero curiosamente lo vulgar me parece cada vez mas divertido).

A todo esto, la luz del sol estorba mi visión y este hecho me fastidia, por eso rodeo el obelisco para verlo sin que nada extraño me moleste.

Sigo en mi "éxtasis arquitectónico" y alzando la mirada veo en su extremo la ventanita bien trabajada y pareciera que cuando mas inclino la cabeza hacia atrás, para venerar la altura del monumento, mas pierdo el equilibrio.

En tanto una brisa suave del sur despeina mis cabellos cayendo caprichosamente un mechón sobre mis ojos. Como si el sol antes y ahora el viento, prefirieran que los admirara a ellos en lugar del obelisco...

Sostengo los cabellos con mi mano y al cabo de unos minutos, siento que ese pilar alto con forma de aguja piramidal me está cansando. Ya no lo veo tan majestuoso. Hasta me parece tosco, es como que me deslumbró un rato, pero no llegó a colmar mi espíritu insaciable de lo perfecto, lo bello, lo trascendente. Me harté, y me voy insatisfecho en busca de otra creación majestuosa del hombre con la esperanza de hallar algo que colme mi ser; y me pregunto, ¿Será posible descubrirlo en la ciudad?...

Y para que mis desventuras sean completas, cuando mis pasos me alejan de ese lugar hacia una vidriera de electrónicos, algo me hace tropezar y casi caigo. Al voltear el rostro veo una mata de pasto, que tozudamente se escabulló entre las baldosas frías, rodeando una frágil flor silvestre movida por la brisa... Me fui maldiciendo y preguntando a quién se le ocurriría poner pasto allí... Mientras a mis espaldas seguía erguido y orgulloso el obelisco gris rasgando el firmamento azul...

*(Mt.13,13‑16) (Lc.1O,38-42)

"El Dios escondido", José Balabanian, Ed. San Pablo

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy lindo el cuento! Ya lo usé! Pero sugiero relacionarlo con Sab.13 y con Rom.1,19-20. Pongan de qué libro es cada cuento publicado. Sigan adelante y gracias por el riquísimo aporte que nos hacen!

Anónimo dijo...

Gracias Juan por tu muy atinada sugerencia bíblica! El cuento es del libro "El Dios escondido" de Editorial San Pablo. Un abrazo!

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