En un centro deportivo, se realizaba una carrera con vallas, en la que participaban cuatro niños pequeños, acompañados por sus padres dada su corta edad. El recorrido sería muy sencillo para un adulto, pero para los niños era sumamente difícil, pues si bien las parecitas a saltar o trepar eran muy bajitas, el riesgo de un golpe estaba latente; y las curvas eran abiertas pero igual se podían desviar o tal vez tropezar. A pesar de esto, el entusiasmo era muchísimo en los niños, todos por igual se desesperaban por iniciar el camino. Los que no todos tenían el mismo entusiasmo eran los padres, que querían mucho a sus hijos, aunque cada uno a su manera, y sus actitudes en la carrera de los hijos fue muy dispar.
Cuando comenzó la competencia, uno de los niños patinó apenas, pero bastó para que el padre se asustara mucho y abrazándolo muy fuerte, no dejó que continuara. Otro hizo el recorrido llorando pues su padre desde un costado, le gritaba exigiéndole que sea el triunfador, solo le interesaba que su hijo fuera "un ganador", y con sus retos lo humillaba cada vez que el niño tropezaba, hasta que decidió abandonar. El tercero, hizo el camino a los tumbos, pues el padre solo se limitaba a prevenirle donde se encontraban las curvas y como sortear las parecitas (que para los niños eran duros muros en su camino) pero le dejaba que hiciera su propia experiencia, al tiempo que lo acompañaba. Y fue así como cuando se desviaba, de a poco se iba dando cuenta, y recordando los consejos del padre volvía al camino. Las tres primeras paredes le provocaron golpes, pero ya las últimas las saltaba mejor; fue el que más moretones cosechó. Y el que llegó primero fue otro, que había sido llevado del brazo todo el camino por el padre sin soltarlo, lo levantó en las vallas, lo giró en las curvas y lo apuró hasta llegar a la meta.
Transcurrido un tiempo, ya adolescentes, el destino quiso que los cuatro compitieran de nuevo en una carrera similar, pero por supuesto más difícil y sin sus padres al lado. ¿Quién creen que ganó?...
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