jueves

En el año de la Fe, mirémonos para crecer


El pensamiento mágico en los cristianos

-¿Qué hice yo para merecer esto?- Frase muchas veces escuchada. La misma supone: un castigo por algo malo realizado, una pregunta desgarradora o una queja porque a dicho castigo se lo considera injusto. Pero, en última instancia, ¿a quién va dirigida la frase? ¿Está Dios detrás de este “castigo”?...
Es frecuente percibir en la gente la búsqueda de explicaciones en el “más allá” a las cosas que les sucede. Sean buenas o malas. El pensamiento mágico o la cultura del milagro son característicos de esta época que nos toca transitar. Pero es de notar cómo los cristianos no escapan de este modo de vivenciar los hechos de la vida. Como expresión de la denominada “piedad popular” (sobre todo en América Latina) muchos hacen promesas pidiendo para sus vidas la intervención directa de María[1] (generalmente a través de alguna de las advocaciones) o algún “santo” (a veces los declarados por la Iglesia, otras no tanto[2]). Los que pudieron dar algún pasito más en la fe, en muchas ocasiones creen que todo (o casi todo) lo que nos ocurre, es acción directa de Dios. Sea para premiarnos, castigarnos, ponernos a prueba, o vaya a saber uno por qué. “Si Dios así lo quiso por algo será” se los escucha decir. El Dios en el que creemos, influye directamente en el modo en que lo celebramos y de modo especial en el estilo de vida. Por eso, ante la certeza de estar ante un tema no menor, me permito preguntar: ¿es ésta la manera de vivir la fe del cristiano? ¿Es esto en lo que creemos realmente?

El “Dios castigador” basado en la Biblia

Para muchos esto ni se discute. Incluso se puede afirmar apoyándose en distintos textos bíblicos. Ejemplo de ello, son los que nos narran cuando Abraham[3] o Job[4] son puestos a prueba por Dios, o incluso las leyes de impureza presentes en el Pentateuco[5], la ley del “talión” impuesta por “el mismísimo Dios” al pueblo (ojo por ojo y diente por diente)[6] y tantos otros relatos que citan la “ira de Dios” o la “venganza hacia los impíos”[7]. ¿O no es cierto acaso que el libro del Éxodo habla claramente de un Dios celoso y castigador, cuyo enojo por nuestro pecado lo seguirán sufriendo nuestros hijos, nietos, bisnietos…?[8] . El que castiga sin titubear en el jardín del Edén, es el mismo Dios[9], que “tiempo después” es capaz de enviar un diluvio universal para que mueran los pecadores (incluidos niños, ancianos, embarazadas…)[10]. Todo parece indicar que los que creen en un Dios castigador tienen fundamentos fuertes para hacerlo…

Expresiones cotidianas

Este modo de entender la relación con Dios (basado en el pensamiento mágico o a la espera de castigos y recompensas) se ve reflejado tanto en expresiones oídas cotidianamente como en el modo de encarar la vida. Vamos primero con las frases. Algunas de ellas son: “Si le pasó eso, por algo será”, “Dios castiga sin palo y sin rebenque”, “Dios sabe por qué se lo llevó”, “Si hay un Dios, fulano no se la va a llevar de arriba”, “si faltas a misa algún domingo estás en pecado mortal”, “¿Cómo se atreve a entrar a la Iglesia? Todos conocemos su historia…”. Todas ellas reflejan la creencia en un Dios intervencionista, que castiga a los malos y premia a los buenos ya en esta vida. Y nuestra actitud suele tornarse también severa en el juicio hacia los demás.
Décadas atrás, los Obispos latinoamericanos reunidos en Puebla, al analizar las visiones inadecuadas del hombre, decían: No pocos cristianos, al ignorar la autonomía propia de la naturaleza y de la historia, continúan creyendo que todo lo que acontece es determinado e impuesto por Dios”[11]. Este modo de creer en muchos seguidores de Jesús ¿es parte de la fe que profesamos? ¿Se desprende esto de lo dicho y hecho por Él?... Por otro lado, ¿no estaríamos negando nuestra libertad? Pues está claro que creemos que Dios nos dotó de inteligencia y voluntad libre… ¿y entonces?... ¿Por qué muchos hombres se inclinan a creer en un Dios que nos “maneja de arriba” a modo de un enorme “tablero de ajedrez”[12] o como un “gran titiritero”, o un “gran programador” que hace que nuestro “disco rígido” nos haga actuar de determinada manera? Estas dos creencias juntas, a su vez serían contradictorias, pues si estamos programados por Dios (destino escrito), no tenemos responsabilidad por nuestros actos, por ende no cabría ningún castigo o premio, pues sería una enorme farsa.

Influencia en la vida concreta

Además de escuchar frases que reflejan este modo confuso de creer y de relacionarse con Dios, se nota también (a veces dolorosamente) en situaciones de vida. Aquí van algunos ejemplos tomados de la vida real:
Caso 1: Fallece trágicamente un niño. El dolor es enorme. Todos quisieran calmar el dolor de esa madre que llora lo irremediable y no encuentra consuelo. Alguien de la parroquia le dice (con toda su buena intención) “Dios lo necesitaba allá arriba, por eso se lo llevó, acepta la voluntad de Dios” (a veces se introduce la variante de “necesitaba un angelito”).
Planteo: aunque la intención sea buena, ¿puede alguien arrogarse el conocimiento tan puntual de la voluntad de Dios? ¿Puede ser la voluntad de Dios algo tan doloroso? ¿No se corre el riesgo de poner a Dios en la vereda contraria a nuestra felicidad?
Caso 2: Una adolescente perdió su fe. Desde pequeña le habían enseñado que Dios “te da lo que vos le pedís” (con un “si te portas bien” como condición). Por eso ella, al enterarse del cáncer de su abuelo, no dudó en pedirle (como buena chica creyente) a Dios, que su ser querido se curara pero, de no ser posible, que por lo menos no sufra. Su abuelo murió luego de meses de sufrimiento…
Planteo: ¿No se corre el riesgo, al trasmitir de ese modo la fe, de dejar anclada a la persona en una religiosidad infantil? ¿Es “el Dios del intercambio” para lograr gracias especiales (yo doy mi bondad, él me da el milagro) el Dios en el que creemos?...
Caso 3: Una mujer ofrecía el grandioso servicio de dar catequesis carcelaria en un penal de mujeres. Ella creía, por otro lado, en que el amparo de Dios por trabajar por su Reino con semejante tarea la iba a proteger de todo mal. Un día, yendo hacia el seminario catequístico una pareja le robó la cartera. Al llegar, con ganas de llorar y de volverse a su casa, expresó que nunca más volvería a dar catequesis a gente que no vale la pena…[13]
Planteo: ¿Dios ampara de un modo especial a los que “trabajan por su Reino” a través de alguna Institución o Movimiento eclesial? ¿Debería hacerlo? Dicho de un modo más infantil: “los suyos” ¿tenemos alguna especie de protección contra los problemas que “los demás” no tienen? Cuando hablamos de Dios, ¿Quiénes son “los suyos” y quiénes “los demás”? Si dividimos el mundo en buenos y malos, ¿Nos atrevemos a ponernos del lado de los “buenos”? Cuando en la época de Jesús los “religiosos” judíos dividían al pueblo en “puros” e “impuros” Jesús afirmó que Dios hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.[14] Entonces ¿qué diremos? ¿Da lo mismo para Dios ser justo que injusto? ¿Qué habrá querido decir?...
Caso 5: Un matrimonio en un retiro daban testimonio de la cura milagrosa de su hijita cuando los médicos ya no sabían que hacer. Emocionaba escucharlos arengar a los oyentes de su charla a confiar en la oración que produce milagros…
Planteo: Si bien es valioso este tipo de testimonios ¿qué les decimos a los padres de tantos otros niños que en circunstancias similares (incluyendo la oración de sus padres y de todos los seres queridos) no logran escapar a la muerte? ¿No serían merecedores del milagro como aquél matrimonio? ¿Habrán fallado en su fe, o en su oración? ¿Dios les evitó a esos niños males futuros que sólo Él conocía? ¿No podía evitar esos “males futuros” sin generar semejante sufrimiento en esos padres? “Él sabrá por qué lo hizo”… se escucha decir… ¿El fin justifica los medios? ¿Es Dios la causa de esas muertes?...
Sintetizando: podríamos seguir citando frases o casos de la vida real en los que se intuye un modo de concebir a Dios que no es el que Él mismo reveló. Estas maneras distorsionadas (e incluso contradictorias) de relacionarse con el Señor se pueden resumir, a mi entender, en básicas creencias erróneas a superar, estos son solo algunos ejemplos:

Dios…
… cumple mis pedidos directamente o a través de “mediadores” a cambio de alguna promesa…
… determina nuestro destino de antemano…
… nos pone a prueba para ver como respondemos…
… castiga a los malos y protege a los buenos…
… utiliza el milagro como regla de su accionar para con nosotros…

Nos preocupan las consecuencias que tienen, para la vida concreta de las personas, estos conceptos. Pues no es lo mismo andar por la vida creyendo que Dios está observándome para castigarme al primer traspié, que confiando en un Dios que es como un Padre, que está esperando en la puerta de su casa la vuelta de su hijo[15]. No se encara la vida del mismo modo si, haga lo que haga, mi destino ya está escrito, o si estoy dotado por Dios de libertad responsable y por lo tanto soy artífice de mi propio destino. La adhesión de la fe no es la misma si estamos esperando que Dios nos evite todo mal, o si creemos que Dios nos acompaña ayudándonos a sacar algo bueno de lo malo, aún de las peores “cruces”. La motivación moral no es la misma si “tratamos de ser buenos” por miedo a un castigo o por “merecer” una recompensa, que si buscamos vivir en el amor pues hemos descubierto en nuestras vidas el Amor.
Muchas preguntas para esta primera sección del libro. Invitamos a que ustedes se hagan más aún. No para perder la fe, sino para renovarla. No para caer en una moral “light” de la que se habla tanto en estos tiempos, sino para fortalecer profundamente la motivación de una ética de compromiso con el mundo que me rodea, pero basada en el Amor y no en el cumplimiento.
Si a esta altura, querido lector, has superado la tentación de arrojar este libro contra la pared, estás en camino de encontrarte con otra posible mirada. Si no lo has logrado y el libro yace desparramado en el piso, has hecho uso de tu libertad (pero confiamos en que en algún momento lo levantarás) Si te estás durmiendo, descansa un ratito antes de volver a arrancar (si lo deseas, con el libro abierto tapándote el rostro), pues lo que se viene habla del Dios en el que creemos, que como estamos viendo, no está separado en los más mínimo de nuestras vidas concretas.
En el siguiente bloque intentaremos expresar de modo sencillo, algunos conceptos básicos de nuestra fe que dan, a nuestro entender, luz a todas las cuestiones planteadas. Los invitamos a seguir pensando juntos…










[1] Cabe aclarar que aquí no se está hablando de la “Intercesión”
[2] Basta observar algunas devociones populares. Algunos ejemplos en la Argentina son (entre otras) las referidas al “Gauchito Gil” o la “Difunta Correa”.
[3] Cfr. Gén. 22,1-19
[4] Cfr. Jb. 1, 6-12
[5] Cfr. Lev. cap. 11 y ss.
[6] Cfr. Ex. 21,24
[7] Cfr. Deut. 9.8; Esd. 9,14; Ez. 20,13b; Col. 3,6; Rom. 1,18; Ef. 5,6
[8] Cfr. Éx. 20,5
[9] Cfr. Gén. 3,14-24
[10] Cfr. Gén. caps. 6-9
[11] III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO “Documento de Puebla” Nº 308
[12] Cfr. BORGES, Jorge Luis. Poema “Ajedrez” del libro “El Hacedor” 1960.
[13] El ejemplo merece toda una meditación social acerca de la pobreza, la delincuencia, la motivación profunda de un catequista carcelario y demás cuestiones que no haremos, no porque no tenga importancia, sino porque no responde a la intención de este libro.
[14] Cfr. Mt. 5,45
[15] Cfr. Lc. 15,11-32

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