PONERSE EN LOS ZAPATOS DEL OTRO
Micaela con sus 16 años y Julieta con 15, tienen algunas cosas en común: sus padres, la adolescencia, el cuarto, pero prácticamente nada mas. Pues no hay día en el que no discutan, haciendo valer cada una la potencia de sus voces, la fortaleza de sus afirmaciones y la debilidad de sus argumentos (aunque esto último no importa para ellas a la hora de defender una postura), y ni pensar en que alguna de las dos intente ver las cosas desde el "lugar" de la otra.
Si bien a ambas la situación no les produce ninguna gracia, pareciera siempre que la que mas molesta está con las actitudes de la otra es Micaela. Puede ser que esté celosa de su hermana menor, o que su carácter sea mas fuerte, o simplemente que le cueste comprenderla mas de lo que le cuesta a Julieta comprenderla a ella.
Varios son los motivos de conflicto: el ordenar la pieza, el traer las respectivas amigas a casa, las burlas recíprocas, etc. Y otros tantos son los motivos de "competencia": quién ayuda mas a la madre, quién recibe mas del padre, quién goza de mas libertad, quién es la mejor en el cole, quién entra primero al baño (y tarda mas en salir), y hasta la ropa (entre otras cosas) es motivo de "feroces disputas".
Cierto es que hace unos días algo extraño le pasó a Micaela. Se levantó como todas las mañanas, se vistió, y empezó (como de costumbre) a ver el desorden en el que Julieta dejaba sus cosas en la pieza, pero (y aquí comienza lo raro) percibió de inmediato que dicho desorden era prácticamente idéntico al que ella misma deja en sus pertenencias, luego protestó porque Julieta tardó en salir del baño, pero se dió cuenta que fue el mismo tiempo que tardó ella el día anterior (luego de haberle ganado en la carrera de llegar primera). Pero no terminan ahí las "rarezas", pues ante la primer discusión en el desayuno compartido, descubrió que parte de lo que le decía la hermana era cierto y que no tenía sentido discutir algo verdadero. Además, cuando Julieta pidió a los padres permiso para que vinieran dos amigas, Micaela reprimió (como nunca lo había hecho) sus impulsos de queja, reconociendo interiormente que hacía dos días seguidos que venían sus propias amigas a visitarla. Y cuando Julieta pidió un poco mas de plata antes de irse, para poder comprar algo de la librería, se sorprendió al no exigir ella también ese "derecho", aprovechándose de la situación.
Al llegar la noche, en el momento de levantar la mesa despues de cenar, Julieta protestó como siempre cuando le tocaba a ella levantar la mesa, pero esta vez Micaela no sintió rabia al escucharla, sino que pensó cuantas veces ella hace exactamente lo mismo. Al irse ambas hacia la habitación, Micaela notó que su hermana estaba triste porque el chico que le gustaba no la tenía en cuenta, y en vez de burlarse como solía hacer, se sentó a su lado y se puso a conversar con ella como nunca lo había hecho. Y fue en ese preciso momento que Julieta, mirándole los pies vuelve a enojarse y a proferir sus gritos característicos. Micaela sorprendida mira los zapatos de su hermana que equivocadamente tenía puestos desde que se levantó, y empezó a comprender...
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