viernes

Un cuento de vacaciones

"La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo". Catecismo de la Iglesia Católica 22O5

UNA SEMANA MUY ESPECIAL

Había sido un año muy duro para José. Tuvo que trajinar y sufrir bastante, pues, fue su peor año económico-laboral. Ni a él ni a su familia les faltó lo imprescindible, pero las deudas, las inseguridades, y los vaivenes del país; unido al cansancio y la "saturación", hicieron que José llegara al verano con el humor alterado. Aunque intentara disimularlo, no siempre lo conseguía. Sentía una mala predisposición hacia los demás, incluida su familia. Cualquier entredicho con su esposa lo magnificaba; con las pequeñas rebeldías de su hija mayor reaccionaba como si fueran grandes pecados y con los gritos de su hija menor directamente creía que terminaría en el manicomio.

José se sentía abrumado, y pensaba que en su casa no podía hacer las cosas que le gustaría, como escuchar música a todo volumen, tocar el órgano, mirar fútbol todos los días o simplemente dormir hasta que le plazca. Quizás unas vacaciones le hubieran venido bien, pero no podía dejar el trabajo. Pero su familia sí. Podían irse una semana, y tal vez por todo esto, (con una rara mezcla de resignación y egoísmo), insistió para que vayan. Y si bien a su esposa no le gustaba irse sin él, la convenció, sacaron los pasajes y se fueron...

José estaba contento porque su familia disfrutaría y a la vez alegre porque por una semana haría lo que normalmente no podía, y así se "despejaría" de los problemas y del cansancio.

Pero ya el primer día se dio cuenta que algo no andaba bien... Quiso escuchar música con el volumen alto, y le molestaba a los oídos. Cuando quería dormir, daba mil vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño; y cuando quería ver un partido de fútbol, se quedaba dormido en el segundo tiempo. Se sentaba a tocar el órgano y no se le ocurría ninguna canción. Y para colmo sus comidas consistían en: hamburguesas quemadas, arroz sin sal, fideos con demasiada sal, y otras exquisiteces que terminaban comiendo el perro y el gato.

Con el correr de los días todo se iba acentuando. No soportaba el silencio al llegar del trabajo, y el no tener a quién contar lo que ocurrió en el día. Cuando iba por la calle no dejaba de mirar a los niños con sus papás y contaba los días que faltaban para reunirse con su esposa y sus hijas. Se dio cuenta que durante el año había desperdiciado muchas cosas por estar obsesionado por los problemas. "Re-descubrió" el gran amor que siente y que recibe, por la familia que Dios le regaló.

Las deudas lo seguían acompañando, pero ahora todo su pensamiento y su sentimiento estaban en otro lugar... En medio de su melancolía abrió una Biblia al azar y sintió que, de ahora en más, algo tenía que cambiar, mientras leía: "Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón"...

*(Mt.6,19-21)

(Extraído de "El Dios escondido" Ed. San Pablo)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy lindo el cuento, y me siento identificado.

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