La “Asamblea de la Burbuja”, los “Abrecabezas”, el “Fundador” y yo
I
De chiquito entre a la “Burbuja”. Mi madre se encargo de
crear los lazos para que yo ingresara, antes que los males de “afuera” me
hicieran daño. Y me gustó. Allí aprendí quién había fundado la “Asamblea de la
Burbuja”, y cuanto más conocía la historia de este Fundador más comencé a
respetarlo, admirarlo y amarlo (es ese orden). Su mensaje de amor, dado hace
tantos siglos atrás me cautivó, aunque aún no lo analizaba en profundidad (no
tenía aún las “herramientas” para hacerlo, y dentro de la “Burbuja” era difícil
hallarlas). Al principio entraba y salía de ella con naturalidad pues nunca
perdí los contactos con el “afuera”. Luego, tengo que reconocer, que en medio del
fanatismo juvenil, me instalé en ella. Fui formándome en el conocimiento de las
normas, lo ritos, la doctrina y la historia (generalmente con rasgos de heroísmo
épico) de la “Burbuja”. Y aunque no siempre toda esta “estructura” coincidía
con lo dicho y hecho por el Fundador, aprendí que dentro de la misma, el “Espíritu
del Fundador” nos evitaba el error y, por ende, todo lo dicho y hecho por la “Asamblea”
era verdadero. El “afuera” comenzó a percibirse como hostil. Me fueron
convenciendo que eran malvados de los que me tenía que cuidar, o cómodos que no
ponían voluntad por entrar a la burbuja, o ingratos y herejes por haber creado
otras burbujas y desde ellas criticarnos. Estaba claro: el mundo estaba
dividido entre los de “adentro” y el “afuera”, los poseedores de la Verdad y
los equivocados que (en el mejor de los casos) se darían cuenta de que nosotros
teníamos la razón y se convertirían. En ese contexto me hice un predicador de
la “Burbuja”. Todos en la “Asamblea” veían en mí los dones para poder cumplir
lo que el Fundador, según ellos, me estaba pidiendo desde el más allá. Y yo
creí haber alcanzado orgulloso el sentido de mi vida…Todo encajaba, tenía la consideración de la “Asamblea”, el Fundador
estaría contento de este soldado, y yo era (¿?) feliz…
II
Pero las cosas empezaron a cambiar, alguno de adentro se
atrevió a cuestionarme (y por ende dudar sobre la doctrina de la Asamblea) y
por supuesto lo enfrenté apologéticamente como buen soldado. Curiosamente el apellido
del osado dudador era “Luminoso”. Nunca más lo volví a ver. Pero algo en mí
empezó a perturbarme. Quizá por los años, tal vez por las propias inquietudes,
o por la desilusión que me generaba ver incoherencias en las autoridades de la “Asamblea”
y en sus incondicionales defensores. Descubría además que yo mismo me
equivocaba seguido. Para colmo, algunos formadores (los “Abrecabezas”,
soportados a regañadientes por los otros formadores y mirados de reojo por las
autoridades) me insinuaban que las cosas no eran como me las hicieron ver, y
que lo que se vivía dentro de la Burbuja no respondía a la voluntad del
Fundador a quien nunca dejé de amar. Y si bien las paredes de la “Burbuja”
ofrecían resistencia, empecé a salir cada vez más. Primero tímidamente, con
sigilo y a la defensiva. Luego, a medida que pasaban los años, más asiduamente.
Y lo que descubrí pudo desmoronar en mí las estructuras que parecían
indestructibles, de a poco, pero sin pausa…
Empecé a ver que los límites de la “Burbuja” no separaban de
buenos y malos, sino que había de ambos “bandos” tanto dentro como fuera de la
misma. Contemplé el sufrimiento humano, en todas sus formas, y el dolor de los
que eran tildados de “impuros” por los de la “Burbuja”. Vi ejemplos heroicos, pero
desde lo sencillo y en lo cotidiano, sin aureolas en su cabeza ni pedestales en
sus pies. Por supuesto que también observé la miseria humana, pero ya la
conocía desde dentro de la “Burbuja”, pues como me había dicho una “Abrecabezas”
(la que enseñaba en el Corral): “para conocer la miseria humana basta conocer
la propia miseria…” Descubrí que todos necesitaban del Amor que había
predicado el Fundador de la “Asamblea”, aún sin saberlo. Pero entonces mi
pregunta fue: ¿por qué el Fundador predicó la “Burbuja”? ¿por qué su Espíritu
de Verdad no contemplaba lo que mis ojos veían? Había que volver a leer los
escritos del Fundador…
III
Y para mi sorpresa, no encontré códigos enigmáticos
difíciles de resolver, todo estaba clarísimo, de tal modo que me enfurecí por
no haberlo descubierto antes. Por empezar, estaba claro que el Fundador no
había predicado la “Asamblea”, sino un “Reino de Amor”, que incluía a todos. Era
cierto que fundó la “Asamblea” como humilde instrumento para construir el “Reino”,
pero nunca soñó una “Burbuja”. La “Asamblea” debía estar al lado de la gente,
sobre todo de la que sufre, en sus manos debía haber una toalla para lavar los
pies de los demás y no una lista con pecados que tildar. Ciertamente el
Espíritu del Fundador nos acompañaría, pero no para hacer las cosas por
nosotros, y mucho menos a fin de ser utilizado para justificar lo
injustificable o para construir poder amparándose en su “inspiración”. El
principal secreto del mensaje del Fundador estaba encerrado en cada actitud que
había tenido en su vida, siendo coherente hasta el final, predicando un ideal,
pero siendo misericordioso con el que no lo alcanzaba, dando la vida ( si se
hubiera quedado en una burbuja no lo hubieran matado) por su misión y su
convicción: la construcción de un Reino de Amor…
Epílogo
¿Qué hacer entonces? La tentación de dejar para siempre la “Asamblea”
es fuerte, pero sé que muchos desde dentro de la “Burbuja” han descubierto
cosas parecidas a las que yo vi (los “abrecabezas”), y sería injusto no volver a
intentar algo nuevo junto a ellos. Prefiero direccionar mi misión, y tener
varios flancos abiertos. Hacia adentro, para derribar las estructuras que
quedan de la “Burbuja” por más difícil que sea, hacia mi mismo para poder
crecer en el amor que el Fundador me demostró, pero sobre todo hacia el dolor
de la gente sin importar si es “de dentro o de fuera o del costado”.
Ya poco encaja, ya no tengo la consideración de la “Asamblea”
(salvo algunos), estoy mucho más tiempo afuera que adentro (y creo que mi mamá
desde el cielo debe estar contenta), ya no me siento un soldado sino un simple
portavoz, soy plenamente consciente de mis errores y limitaciones, pero sigo
teniendo una misión en esta vida… y soy inmensamente feliz…
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