Mensaje del Obispo Diocesano para la Pascua de Resurrección
Mc. 16,1-8
Las mujeres compraron perfumes para embalsamar el cuerpo muerto del Señor
El perfume significa la santidad, el “buen olor de Cristo, el perfume es el de la enamorada del “Cantar de los cantares”: “mientras el rey está en el lugar de reposo, mi nardo despide su perfume”. Dice uno de los padres de la Iglesia que el nardo que estaba en la esposa no dio su perfume hasta que tocó el cuerpo del esposo.
Esta fragancia del Espíritu no siempre se percibe enseguida, como las mujeres que llevan el frasco sellado, para purificar el olor a muerte del sepulcro, se encuentran con la sorpresa, el ungido ya no necesitará del nardo perfumado.
Es posible que en nuestro compromiso cristiano deseemos ser el buen olor de Cristo, pero el peso que produce nuestro mundo civilizado, nos abruma, nos hace ver sólo los signos de muerte, que son tantos en nuestra sociedad: muerte de ancianos que quieren vivir, muerte de niños que quieren nacer, muerte de jóvenes que esperaban tanto de la vida, muerte en vida de las esclavitudes de nuestro tiempo: trata de personas, desaparición de mujeres, trafico de drogas e insistencia en despenalizar, sin crear nuevos centros de internación y prevención con inversión, agresión a la tierra, y el derecho a ella de familias y comunidades, desprotección de los recursos naturales, desigualdad extrema de posibilidades….
Levantando lo ojos vieron que la piedra estaba corrida y era muy grande
El camino de la Fe puede mas que las buenas intenciones, es capaz de correr la pesada piedra, el camino de la Fe nos compromete a vivir “la dimensión social de la fe”: la fe como una adhesión personal del hombre a Dios, es al mismo tiempo e inseparablemente, el asentimiento libre a toda voluntad que Dios ha revelado. Al referirnos “a lo social” hacemos alusión a la búsqueda del bien común, o sea el conjunto de aquellas condiciones de la vida social, que hacen posible, a las asociaciones y a cada uno de sus miembros, el logro más pleno y más fácil de la propia perfección.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido de blanco y se asustaron
Al sepulcro se entra descalzos y despojados, lo contrario sería la figura del “cruzado” que arremete a caballo, arrasa y “conquista el sepulcro”. ¿Somos una Iglesia abierta o abroquelada en estructuras caducas como un antiguo sepulcro?
Nos puede asustar el desafío, como a las mujeres esta presencia del joven vestido de blanco, él es figura del hombre nuevo, del hombre con esperanza, revestido con la vida y la realeza del heredero de las promesas porque está “sentado al lado derecho”. Es el corazón de la vida que se abre y dialoga, socializa con las mujeres que entraron al sepulcro.
Reconocemos que muchos cristianos viven la fe sólo desde una dimensión individual y no siempre es asumida la “dimensión social de la fe”. Esta tentación del ejercicio de una fe hecha a mi “conveniencia” aún en el lícito deseo de santidad personal, no asume que la fe implica siempre los dos mandamientos: el amor a Dios y la apertura a los hermanos. Esta tentación podría ser: “doy cosas a los demás, o la limosna a un pobre, y no asumo la corresponsabilidad de implicarme en la difícil y costosa tarea de superar situaciones de inequidad e injusticia social.
No se asusten buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado ha resucitado, no está aquí.
Este miedo, este susto se repite hasta cinco veces en este pasaje, no pueden entender que de la oscuridad de la muerte pueda surgir el sol del resucitado-crucificado.
Nos puede parecer imposible que Dios mismo salga al encuentro de la mujer y del hombre de nuestro tiempo y nos proponga este anuncio de vida, de esperanza en medio de tanta desesperanza, de consuelo y alegría en medio de tanto desencanto y agobio.
Del anuncio del nazareno crucificado y resucitado nace el llamamiento dirigido a los discípulos y discípulas al anuncio del Reino.
Vayan a decir a sus discípulos y a Pedro que El irá delante de ustedes a Galilea, allí lo verán, como les dijo.
El Evangelio nos dice que Jesús convoca en Galilea a los discípulos.
Galilea es el lugar donde Jesús ha vivido, se ha criado, ha orado, ha caminado sus calles y lugares, donde el discípulo hoy lo encuentra; pero es también la “galilea de los gentiles”, de los que no están en el rebaño, de los que no pertenecían a las “Ovejas del pueblo de Israel”..
“Galilea de los gentiles”, es decir los que no se preguntan hoy sobre la fe, los que viven prescindiendo del valor de la fe. El economicismo reinante lo cuantifica todo, el pensamiento se convierte en cálculo de razón, no tiene el concepto de la gratuidad (la gracia), por tanto será cuestionado todo lo que no es razonable, tangible y comprobable al pensamiento.
A este “ambiente” hoy se nos envía: “vayan y hagan discípulos míos a todas las gentes”, no se nos dice que tenemos un rebaño acotado, se nos pide la misionalidad de salir a la “Galilea de los gentiles”, que en el tiempo de Jesús era llamada así pues se la consideraba pagana, no creyente, en oposición cultual al pueblo elegido de Israel.
Ellas salieron huyendo del sepulcro, porque se había apoderado de ellas el temor y el espanto y a nadie le dijeron nada, porque tenían miedo
Qué difícil es la Evangelización de la cultura, cuando se ha oscurecido el: Locus fidei, el lugar de la fe, donde somos llamados nosotros a ser en estos nuevos areópagos , los anunciadores del: Evangelium fidei, los que anunciamos la fe, los que la proclamamos y la vivimos en medio de este multiculturalidad , y donde necesitamos abrirnos a la interculturalidad .
Nos puede suceder que este temor y espanto tan humanos como narra el evangelista, nos cierren los oídos, para no escuchar, intenten enmudecernos para no anunciar. Pero el Espíritu del Resucitado puede hacer nuevas todas las cosas.
Al desearles una ¡Feliz Pascua de Resurrección! Quiero que tengamos presente nuestro lema diocesano y la tarea que venimos haciendo juntos en la pastoral diocesana planificada .
Que Jesús Resucitado por intercesión de la Virgen Maria, Madre y Reina de la Paz, nos haga escuchar como resucitados, el resuello de los adolescentes y jóvenes, que no conocen a Jesús, que andan abatidos, que se desangran por no tener una identidad, y nos sintamos comprometidos con la misión. Que abra nuestros ojos para ver sus aflicciones y pesares, y que este desafío desmesurado no desanime nuestra inquieta entrega creativa, constante y confiada.
Pascua 2012.- Mons. Jorge R. Lugones s.j.
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora.-
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