sábado

La ascención y nuestra misión

Para reflexionar sobre la ascensión del Señor
por Jorge A. Blanco
Departamento de Audiovisuales Editorial SAN PABLO
audiovisuales@san-pablo.com.ar
 
¿Qué mensaje nos deja la liturgia de la fiesta de la Ascensión del Señor? Sin duda,  el evangelista que ha querido manifestar este trascendente misterio (Lc 24, 46-53), lejos de limitarse a recordar la ascensión de Cristo como una simple y anecdótica despedida terrenal, quiere recalcarnos, también, lo que será la inauguración del tiempo y de la gran misión que el Señor nos ha legado como Iglesia: animados por el Espíritu, ser sus testigos de todo lo obrado y enseñado por El.
 
Este desafío de vivir, constantemente, en estado de misión, y de ser testigos del Resucitado en los ámbitos donde existimos, nos debe llevar a reflexionar sobre la importancia del testimonio que damos, y, para ello, de la necesidad de acercarnos, contemplar y continuar, aún hoy, “viendo y oyendo” el mensaje del Señor, de modo que ese testimonio pueda ser válido y convincente.
 
Con estas premisas, los invito a compartir un relato que puede ayudarnos a continuar reflexionado, tanto en lo personal, como en lo grupal.
 
“En algunas comunidades rurales de América Latina, existe la practica de cazar armadillos. (1)
 
Generalmente, la cacería de un armadillo, se realiza con la ayuda de un perro. Cuando el perro ve un armadillo, sale corriendo detrás de él, hasta cazarlo. El perro corre, corre y corre, detrás del armadillo, y ladra bastante. Y ladra tanto pero tanto, que los perros del vecindario, al escucharlo, salen de donde están y comienzan a seguirlo.
 
Los perros corren sin saber por qué corren. El armadillo, cansado de huir del perro que lo persigue, hace rápidamente un hoyo en la tierra y se esconde en él.
 
Los otros perros de los alrededores, que han oído los ladridos del primer perro, también se dirigen hacia donde él está y se quedan aguardando. Sin resultado alguno, acaban por volver a donde estaban antes. Sólo el primer perro que vio el armadillo se queda en ese sitio donde el armadillo permanece escondido. Como tenía la certeza absoluta de que el armadillo estaba allí, no desistió de la persecución.
 
Llegó el momento en que el armadillo tuvo que salir del hoyo, y allí el perro logró cazarlo.
 
Terminamos esta historia, recordando la primera carta de Juan, capítulo 1, versículos 1 al 4, donde dice que es necesario ver, oír, palpar, testimoniar para poder anunciar (1Jn, 1, 1-3).
 
Los perros que no vieron el armadillo quedaron desanimados, se fueron, desistieron de todo. Y el que lo había visto, se quedó hasta el final”.
 
(Tomado de “Haciendo Eco-formación interactiva para la evangelización”, Año I Nº 17, Equipo de Redacción, SAN PABLO)
 

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