"Somos catequistas" intenta ser un espacio de comunicación y de compartir recursos para la difícil y apasionante tarea de trasmitir el Evangelio. Periódicamente se irán agregando nuevos elementos para la reflexión y la tarea. Lo incluído no apunta a la uniformidad sino a la unidad en la diversidad, el debate, la valoración de la opinión del otro. Por ende es importante la participación con el voto, el comentario o el envío de material (lito.balabanian@gmail.com) Bienvenidos.
miércoles
"Arde el cielo" de Maná
domingo
Si de santidad se habla, déjenme nombrar al recordado Frans de Vos
EL BURRO ERA YO
(Homenaje al padre Frans de Vos)
Él era un joven que, con todos sus ideales y proyectos a cuestas, acababa de ordenarse sacerdote, allá en su Bélgica natal. Como era costumbre en el festejo por la ordenación, su recorrido desde el templo hasta el salón de la parroquia, fue acompañado por los suyos, por su comunidad, y las “chicas” de Acción Católica le arrojaban al paso pétalos de flores, además de recibirlo con vivas y aplausos. Seguramente no se imaginaba entonces, el amor que recogería tiempo después en un país tan lejano al suyo
El festejo de sus 25 años de sacerdocio, lo encontró justamente en ese horizonte lejano llamado Argentina, en el cual ya se lo valoraba como hombre de Dios, que deja traslucir a Cristo. Y en medio de tanto homenaje recordó aquel agasajo del día de su ordenación. Contó que, en aquel entonces, ante tamaño recibimiento, se sintió como Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén. “Lo que no sabía entonces –dijo- que el burro… ¡era yo!. No es que la tarea del burro no sirva –agregó- , pues es el medio; pero lo realmente importante es a quien esta transportando”.
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Lo conocí hace algunos años, cuando ya era admirado por los que lo habían “descubierto” en esta viña del Señor donde de todo se encuentra. Fui viendo en Él, paulatinamente, la humildad del sabio, la suavidad y la ternura del fuerte, la simpleza del que tiene mucho para decir, sabiendo que porta una voz que no es la suya. Es común verlo con la Biblia abierta ante sus ojos y su alma, en compañía o en soledad, tratando de escuchar, qué es lo que Dios quiere decirle. Mientras los demás damos vueltas por la Junta catequística de Lomas de Zamora, dando o escuchando encuentros, cursos o charlas, el reza con la Palabra. Mientras muchos hablamos de Cristo, él lo vive.
Hoy, a punto de volverse a su país, lo veo, con su paso aparentemente cansino pero lleno de vigor, y con el mismo ardor interno de siempre, que seguramente se lo da, la firmeza de sus ideales, la convicción de lo que quiere trasmitir, el Amor que recibió de Dios y que quiere volcarlo a los demás.
Realmente pienso ¡Cuántos han “transportado en su lomo” a Cristo hacia mi vida! ¡Cuánto tengo que agradecer! Hoy, como catequista, sueño con poder ser, algún día, solamente una persona que deja traslucir a Cristo. Al menos, mientras lo intento, Dios me regaló un ejemplo a imitar: el querido Padre Frans. Por cristianos como él seguimos diciendo con gozo: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
(del libro inédito aún "Destellos de Luz, reflejos de vida" de José Balabanian ed. San Pablo)
Nota: Cuando estas líneas fueron escritas Frans estaba entre nosotros. Hoy, a un tiempo de su muerte, nadie de los que lo conocimos duda acerca de "donde" está...
Del libro "Destellos de Luz, reflejos de vida" de José Balabanian Ed. San Pablo (En edición)
sábado
Cuentos sobre el compartir.
El país de las cucharas largas
Aquel señor había viajado mucho. A lo largo de su vida, había visitado cientos de países reales e imaginarios.
Uno de los viajes que más recordaba era su corta visita al País de las Cucharas Largas. Había llegado a la frontera por casualidad: en el camino de Uvilandia a Parais, había un pequeño desvío hacia el mencionado país; y explorador como era, tomó el desvío. El sinuoso camino terminaba en una sola casa enorme. Al acercarse, notó que la mansión parecía dividida en dos pabellones: un ala Oeste y un ala Este. Estacionó el auto y se acercó a la casa. En la puerta, un cartel anunciaba: *PAÍS DE LAS CUCHARAS LARGAS” “ESTE PEQUEÑO PAÍS CONSTA SÓLO DE DOS HABITACIONES LLAMADAS NEGRA Y BLANCA. PARA RECORRERLO, DEBE AVANZAR POR EL PASILLO HASTA QUE ESTE SE DIVIDE Y DOBLAR A
GALLETITAS
A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.
Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.
La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita.
La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. " No podrá ser tan caradura", piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.
- Gracias! - dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
- De nada - contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: " Insolente".
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas... ! Intacto!.
Cariños Gabriela
viernes
Para inaugurar el blog les quiero compartir un cuento. Espero que les sirva.
Javier, Mavi, Juan y Tere son catequistas, y se conocieron en una Jornada de reflexión, que la diócesis a la que pertenecían había organizado. El tema de dicho Encuentro era “El verdadero rostro de Dios”, con el claro objetivo de reflexionar sobre el Dios de la Misericordia, del Amor gratuito.
Los cuatro coincidieron en un trabajo en grupo, y compartieron lo importante que había significado para ellos poder trabajar este tema. Todos tuvieron la “suerte” de tener padres que intentaron transmitirles su fe en Dios, pero, por supuesto, cada uno a su manera…
Javier contó que sus padres habían querido que, ya de pequeño, evitara el mal y eligiera el bien, por eso es que lo amenazaban con que si se no se comportaba correctamente, Dios lo iba a castigar (hecho por el cual, sus travesuras infantiles habían sido bajo techo para que “Dios no lo viera”).
Mavi creció en medio de una extraña mezcla de creencias. Los domingos, por ejemplo, era infaltable la misa matinal, y por la tarde llegaba el pasatiempo de su madre de “tirarle las cartas” a sus amigas. Y recordó cómo disfrutaba, tanto cuando su madre la alzaba (al terminar la misa) para darle un beso a cada imagen de Santo que había en el templo de su parroquia, como cuando las visitas dabas grititos de sorpresa y admiración cuando alguna de las cartas echadas coincidía con su realidad.
Juan, en cambio, recibía de su padre la convicción de que la buena situación económica de la familia, seguiría a través de las generaciones, pues ellos siempre “trabajaban para Dios” en la parroquia y en algún que otro Movimiento. Mientras Juan no cambiara, Dios no le iba a “voltear el rostro”. En medio de esta certeza, solo una cosa le inquietaba: saber que un compañero de grupo parroquial del padre había perdido el trabajo.
Tere, por su parte, se crió con una carga moral muy grande, pues sus padres eran muy estrictos, tanto con ella y su hermana, como en el juicio a todo lo que no fuera moral cristiana. Tere abrazó la fe, pero siempre sintió que ser cristiana le pesaba.
Quizá, por todo esto, los cuatro se pusieron de acuerdo en la necesidad de transmitir el tema de la Jornada en los respectivos grupos que cada uno tenía a cargo.
Y así fue.
Javier empezó hablando de la Misericordia de Dios, pero al plantear el diálogo con el grupo, sus acotaciones fueron derivando sin darse cuenta, en el tema de la Justicia, y consecuentemente en “El Juicio”, y cuando se quiso acordar, estaba hablando del castigo de Dios.
Mavi, por su parte, sabía que en su encuentro de catequesis le iba a ir bien, pues antes de ir a su parroquia, le había dado una ojeada al horóscopo, el cual le auguraba éxitos en todo lo que emprendiera en el día.
Juan, tomó la parábola del “servidor despiadado” del capítulo 18 de Mateo, para explicar la conveniencia de ser misericordioso, pues de ese modo Dios nos retribuirá con su misericordia.
A Tere, en cambio, se le fue el encuentro de las manos cuando se escandalizó ante la pregunta de uno de sus catequizandos de 1º año de Polimodal, quien le planteó que no creía en que Dios fuera misericordioso, pues en el mundo había mucho sufrimiento. Tere pidió para él una sanción de la dirección del colegio por faltar al respeto.
Mientras tanto, en el salón donde se había realizado la Jornada de reflexión, seguía colgado un dibujo del abrazo del Padre Misericordioso, con un cartel que expresaba el lema del Encuentro: “Dios: Misericordia y Amor gratuito”
Del libro "Destellos de Luz, reflejos de vida" de José Balabanian Ed. San Pablo (En edición)
Artículo: "¿Quién entiende a los adolescentes?"
En no pocas reuniones de catequistas escolares de adolescentes, se percibe el esfuerzo, la incertidumbre e incluso la desazón provocados por las actitudes de los adolescentes en clase. No pretendo en esas pocas líneas abarcar toda la complejidad del tema, solo expresar una reflexión por lo que vivimos a diario, los que tenemos la dicha de trabajar con estos “raros especimenes” del género humano.
Sus contradicciones nos desorientan, pues por un lado conocen muchas cosas de las que nosotros (adultos, más allá de la edad que tengamos) no teníamos ni idea en nuestra adolescencia, pero les decís que tiren el “chicle” y es como si les hubieras clavado un puñal por la espalda. O les contás tu mejor chiste y, no solo que no se ríen, sino que se miran entre ellos burlonamente para que quede claro que el humor no es lo tuyo, pero utilizás términos como “a troche y moche” o “la mar en coche” y se te matan de risa, haciéndote sentir el “eslabón perdido”. El “está todo bien” que repiten hasta el hartazgo, parece esconder todo lo que está mal, y llama la atención su no-resistencia a la chatura que les propone la sociedad en general y los medios de comunicación en particular. Además se oponen a todo, argumentando aún sin tener argumentos (para ellos todo es posible). Ni siquiera quieren “ser grandes” como deseábamos nosotros a su edad. Y así podríamos seguir enumerando “rarezas” interminablemente.
Ante esta situación tenemos dos opciones. Un camino es criticar despiadadamente, enmascarando un desahogo de la propia frustración o simplemente como mecanismo de defensa (pues si algo queda evidenciado, es que su conducta nos moviliza, nos confronta y nos pone ante un espejo que no siempre queremos ver). O bien reconocer algunas cosas, como por ejemplo que si el adolescente no quiere llegar a la adultez, ¿no será porque el adulto ve a la adolescencia como el ideal? (y no hablo solo de la Alfano o de Nacha Guevara…). O ¿por qué no aceptar que es, hasta cierto punto, sano que ponga en revisión todo lo adquirido, como punto de partida de un “hacerse cargo” de sus vidas (y de su fe)?. Habrá llegado el momento de ponerse en el lugar del otro y aceptar que cuando ellos hablan de “transar”, no están queriendo decir lo mismo que significaba para nosotros, o que si a alguien lo tildan de “flogger”, no es precisamente porque le gusten las flores, o si dicen "arre" a cada instante, no es porque le están hablando a un caballo.
Nos plantean un hermoso desafío. Es a estos adolescentes y no a otros a quienes les tenemos que presentar a Cristo. Habrá que poner en juego toda nuestra creatividad, ofrecerles caminos acordes a su realidad y también, cuando la situación lo requiera (con el amor como fundamento) ponerles los límites que a viva voz reclaman con sus actitudes.
Será tiempo también de revisar nuestra coherencia (o incoherencia) que como adultos hemos reflejado.
Por último, creo que como catequistas, nuestro enfoque debe estar puesto más en la persona que en el fenómeno. Cuando uno entra más en la escucha y el acercamiento, puede llegar más al otro y de esta manera se derribarán muchos prejuicios, que no nos permiten encarar la difícil pero hermosa tarea a la que hemos sido llamados.
Lito Balabanian
(Artículo escrito hace tiempo atrás para el periódico de la diócesis de Lomas de Zamora "El desafío" y para la revista "Vida pastoral")
viernes 8 de agosto de 2008