martes

Mes de la Biblia

Jesús enseña a los jóvenes la importancia de servir


por Ivana Fischer
Periodista

La juventud representa, para la inmensa mayoría de la sociedad, el mejor momento de la vida. Todos buscan referencia en ella, porque pareciera esconderse, ahí, la “fresca eternidad” del ser humano.
Cuando uno es joven, siente que el tiempo no pasa, que la vejez es algo que está allá, muy lejos en el tiempo; la madurez cognoscitiva ya es un hecho, y la vida se abre a un montón de vivencias: buscar la independencia familiar, el primer trabajo, la relación con “el otro”, tal vez, un noviazgo, completar un estudio u obtener un título… Es, también, tiempo de elecciones fundamentales para construir nuestro proyecto de vida
Es, en este momento de elecciones, donde surgen preguntas que deberán resolverse, a fin de definir el tipo de vida que llevaremos en adelante. ¿En qué consiste una vida lograda? ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuál podría ser mi proyecto de vida?
No es nada curioso que este tipo de cuestionamientos también se los hayan planteado a Jesús en las Santas Escrituras. En la lectura del joven rico, un muchacho le pregunta al Señor: “Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”. Dicho en forma resumida, el Señor lo invita a dejar todo lo material y seguirlo.
Se ponía ya [Jesús] en camino cuando uno corrió a su encuentro y, arrodillándose ante él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre”. Él, entonces, le dijo: “Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud”. Jesús, fijando en él su mirada, lo amó y le dijo: “Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme”. Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes (Mc 10, 17-22).
En el mensaje para la XXV Jornada Mundial de la Juventud 2010, Benedicto XVI hizo referencia: ¡No tengan miedo de afrontar estas preguntas! Lejos de abrumar, éstas expresan las grandes aspiraciones que están presentes en nuestro corazón. Por tanto, deben ser escuchadas. Éstas esperan respuestas no superficiales, sino capaces de satisfacer nuestras auténticas esperanzas de vida y de felicidad. Para descubrir el proyecto de vida que puede hacerlos plenamente felices, pónganse en escucha de Dios, que tiene su diseño de amor sobre cada uno de ustedes. Con confianza, pregunta: “Señor, ¿cuál es tu diseño de Creador y Padre sobre mi vida? ¿Cuál es tu voluntad? Yo deseo cumplirla”. Estén seguros de que responderá. ¡No tengan miedo a su respuesta! Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo (1 Jn 3, 20).
Jesús hace un llamado de compromiso muy particular a los jóvenes en cuanto a la evangelización del mundo. Los jóvenes pueden renegar del presente y cuestionarlo, pero ellos son los portadores del futuro. Su deber es conseguir que el mundo mejore a partir de lo que la realidad presenta. También pide que den fe de su palabra, que sean testigos de su manifestación de amor.
En el mundo actual, se muestra lo material y lo soez como rápidas metas para alcanzar, y el éxito de pocos se encuentra, a menudo, hermanado con la injusticia para muchos. Los ideales de antaño han devenido en “locuras ilusorias que antes se tenía”. Los jóvenes deben encontrar el camino que los conduzca a las verdades y, de ahí, a la libertad.
Como las Sagradas Escrituras nos enseñan, no se trata de realizar gestos heroicos ni extraordinarios, sino de actuar haciendo fructificar los propios talentos y las propias responsabilidades. Lo podemos hacer empeñándonos en progresar constantemente en la fe y en el amor.

Fuente www.san-pablo.com

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