domingo

ENCUENTROS CON LA BUENA NOTICIA

El prójimo y la parábola del buen samaritano

Cuando el doctor de la Ley se levantó y preguntó a Jesús,-¿Qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?, el Señor sabía que era para ponerlo a prueba, y no por interesarle buenamente su respuesta. Jesús responde con otra pregunta (típico del Señor, confrontarnos con nosotros mismos).-¿Qué está escrito en la Ley?, vos sos doctor en ella, ¿por qué me preguntás?, podría haber dicho Cristo (vale aclarar que cuando el judío se refiere a "la Ley", habla de los primeros cinco libros de nuestra Biblia actual). Y el judío por supuesto, conociendo a la perfección sus Libros Sagrados contestó correctamente: amar a Dios y al prójimo. Jesús entonces le dijo, que si actúa así, alcanzará la Vida.

Pero el doctor de la Ley, (que a esta altura estaba dejando en evidencia su mala voluntad al haber hecho la pregunta), intenta disimular diciendo: -¿y quién es mi prójimo?

Aquí hay que explicar que para el judío había leyes de "projimitud", no toda persona era su prójimo. Lo eran: primero su familia, luego su tribu, mucho después todo judío, y nada mas. Es decir que, por ejemplo, un samaritano (oriundo de Samaria) no podría ser (en su mentalidad) nunca su prójimo. Recién a partir de la parábola que Jesús diría en respuesta a este judío, el concepto de prójimo se extendió a todo hombre, a todo hermano que me necesite.

Cristo cuenta la historia del hombre atacado y herido por ladrones, que es dejado en el camino medio muerto, y hace notar que pasan a su lado: primero un sacerdote y luego un levita (ambos encargados del culto a Yavé en el templo), y siguen de largo (quizá para no caer en la "impureza del contacto con sangre, en virtud justamente de dicho "culto").

Pero el samaritano que pasó, se conmovió, se acercó, vendó sus heridas, lo cargo sobre sí, lo condujo a un albergue, lo cuidó, pagó al dueño del albergue por él, y le dijo que lo que gaste de mas, se lo pagará cuando vuelva.

Al doctor de la Ley (supongo ,que ya a esta altura, estaría confundido) no le quedó otra que admitir que el que se comportó como prójimo fue el samaritano, el que realmente rindió "culto" a Dios en el hermano necesitado, fue el que su "esquema cultural" menos hubiera imaginado. Y Jesús le dijo y nos dice: "Ve, y procede tú de la misma manera".

¡Hermosas y sabias palabras del Señor! ¡Nuestra vida cobra sentido, en la entrega a los demás! Pero aún así, que carga moral difícil de cumplir...

Pero Cristo nunca nos deja una "bomba" en las manos y escapa, no es su manera de proceder, pues de ser así, este pasaje no sería una Buena Noticia, sino exclusivamente una obligación moral.

Por eso, volvamos a la lectura y preguntémonos a nosotros mismos: ¿Quién fue el que conmovido por Amor,se acercó a mi vida? ¿Quién vendó mis heridas? ¿Quién cargó sobre sí nuestros males, nos condujo y pagó por nosotros al "Dueño del albergue"? ¿Quién nos cuida y paga por nosotros hasta que vuelva?...

Si Jesús nos pide amar al prójimo, es porque El mismo nos amó y nos está amando ahora, en todo instante, a cada uno de nosotros. ¡Y ésta es la Buena Noticia de este pasaje! Descubro el inmenso Amor de Cristo hacia mí y ésa es la motivación íntima y profunda por la cual queremos que nuestra vida sea para los demás.

¡QUE EL SEÑOR, NUESTRO BUEN SAMARITANO, NOS AYUDE A VIVIR EN EL AMOR, COMO ÉL NOS ENSEÑÓ!

jueves

Adolescentes: "Proyecto Personal de Vida"

La imprevisibilidad de cada vida

"...Vivir, es prometerse vida, anticiparse a uno mismo. No parece posible, no le es, vivir sin proyectar, sin anticipar, y cada anticipación es algo así como un salto en el vacío, un salto hacia lo que aún no es, el salto que hace posible que lo que no es sea. Contar con lo que aún no es, es otra cosa que calcular o predecir: es arriesgar, apostar.
El juego y el arte son escenificaciones y celebraciones de lo que toda vida tiene de imponderable, de imprevisible. La vida tiene, es, una imprevisibilidad irreducible a cualquier cuenta, a cualquier certeza. La existencia es un tiempo de riesgo: es el espacio temporal que permite el juego de las decisiones, que permite la movilidad, la transformación. El crecimiento.
La vida es actuación, no ensayo. Nacemos sin saber cómo se vive y morimos cuando ya no tenemos tiempo para vivir como aprendimos a a hacerlo. Las cosas más importantes ni se enseñan ni se aprenden antes de hacerlas, tampoco, en general, dan el tiempo de programarlas y controlarlas: llaman a responder, no a calcular. Cada respuesta, cada riesgo, es una experiencia, no una repetición, y por eso mismo, es una creación. Un acto irrepetible e individual, siempre provisorio e inconcluso, siempre abierto.
"No se puede tener paz evitando la vida", reprocha en algún lugar Virgina Woolf a los que quieren "proteger" de la incertidumbre de sí misma. Ni paz ni seguridad sin lo imponderable. La falta de certeza es una falta que suma: lo imprevisible es el espacio, la anchura, que tiene lo previsible para ser más que lo que se previó, para enriquecerse de novedad, de alteridad. Lo imprevisto, lo incierto, el riesgo, son nombres de la flexibilidad, la ductilidad, del momento de apertura de las posibilidades sin las cuales serían impensables tanto las innovaciones como la evolución, el crecimiento como la creación.
Cuanto más asegurada está una vida más encerrada está, menos vida es; menos espacio abierto tiene para respirar, para aletear. Si vivir es anticipar, el anticipar produce temeridad: el miedo de abandonar lo que se por lo que se puede ser: de avanzar. Para nuestra cultura vivir es controlar, domina; dominando, controlando, nos sentimos seguros, aseguramos que nada quede fuera de control, aunque lo que quede fuera sea lo que en la vida escapa a todo control: lo que tiene de novedad, lo que solo en libertad llega a nacer.
Bajo el mito de la seguridad, nuestras decisiones, las que tomamos, las que son aplaudidas, tienen como meta no tener que tomar nuevas decisiones, no volver a decidir. Soñamos con lo estable, con lo que nos libere para siempre de la ansiedad de decidir, de los riesgos a asumir... Soñamos, sin saberlo, con la muerte...
El juego nos atrae porque está tan abierto a la victoria como a la derrota: nos atrae su riesgo, su imprevisibilidad. Sin ese riesgo cualquier juego, cualquier vida, sería un simulacro de vivir, una parodia. Asumir este riesgo es asumir el coraje y la tensión de vivir. Asumirlo, es asumir la gravedad de la vida: su dignidad.
La vida no es claridad, es penumbra, su luz no es la del mediodía, sino la del amanecer, la que insinúa, promete. Más que dejarse ver se deja adivinar, presentir: esa penumbra, parece desmentir cualquier tentativa de creer que lo ya vivido y sabido la puede explicar. Que cualquier explicación la puede agotar.
Lo que la vida tiene para darnos es lo que ella aún no es: ese espacio abierto en que nos invita a nacer, ese riesgo que nos llama a recorrer..."
Hugo Mujica

* Leer el texto y elegir 3 ideas importantes del mismo.

* ¿Por qué a veces se tiene miedo al riesgo?

* ¿Con qué y/o con quiénes contás a la hora del salto, del riesgo?

* ¿Qué entendés por “proyecto personal de vida”?

* Escribir en no menos de media carilla y no más de 2 carillas cuál es, hoy por hoy, tu proyecto personal de vida. Incluyendo qué cosas actuarían como facilitadotes y qué como obstáculos a superar.

Compartimos lo trabajado (También se puede reflejar el PPV a través de una producción personal simbólica: con crealina, porcelana fría, cartulina, etc.)

Dinámica para adolescentes: el mundo hoy.

* Se les pide un análisis con juicio crítico de algún video clip como el de Kudai "Lejos de aquí" (presente en este mismo blog) o "Arde el cielo" o "Dónde jugarán los niños" ambos de Maná, o "What I`ve done" de Linkin Park (todos en ecologiayhumanidad.blogspot.com), como también alguna canción como "Madre hay una sola" de Bersuit Vergarabat.
* Se les propone la producción en grupo de un video clip o presentación en la que se muestre la realidad pero abierta a la esperanza.
(Se encontrarán con sorpresas agradables como la que le muestro a continuación (y en el blog de ecología y humanidad nombrado antes, encontrarán muchos más)

miércoles

Cuento para suscitar el espíritu misionero.

“La felicidad está más en dar que en recibir.” (Hech. 20, 35b)

TAMBERÍAS

Setiembre del 2000. El micro llegó a la ciudad de San Juan, luego de muchas horas de agotador viaje, en el que no faltaron chistes, canciones y charlas en las que la disponibilidad de tiempo permite conocer más al otro. Un poco más “arriba”, en plena precordillera, los habitantes de Tamberías, sabían que “los misioneros de Buenos Aires” llegarían de un momento a otro. Éramos un grupo del colegio San Ignacio, que quiso brindarle la posibilidad de tener una experiencia de este tipo a los alumnos (alrededor de quince adolescentes, acompañados por algunos adultos). El proyecto pastoral de la institución era el marco en el que se fueron preparando los misioneros durante todo el año, para esta visita a Tamberías (era el segundo año que el colegio misionaba en este lugar).

Él era uno más de los que pasaban los bultos, desde el micro hasta las dos “combi” que los llevaría hasta el destino fijado. Su cargo en el colegio era (y lo sigue siendo en la actualidad) el de catequista. Su rol en la misión, el mismo que el resto de los adultos que iban en el grupo, ayudar a que la misión salga bien y coordinar las cosas para que los alumnos tuvieran una experiencia significativa, distinta a la que el mundo les ofrece hoy. Pero sabía muy bien que ese año había sido muy duro para él y para su familia. Su aridez interior le preocupaba, sobretodo teniendo en cuenta la tarea que estaba a punto de comenzar.

Ya en viaje (seis horas de camino de cornisa de una sola mano, con innumerables curvas y contracurvas; con un horario establecido para subir y otro para bajar), las preguntas que invadían su silencio eran muchas: ¿cómo llevar esperanza a la gente del lugar en ese estado de aridez?, ¿cómo conducir a los alumnos a que tuvieran una experiencia de Cristo, si él, durante todo el año no la había tenido?, ¿cómo no sentirse hipócrita, tratando de dar lo que no se tiene?, y en medio de todo esto, ¿dónde estaría Dios escondido?...

Poco a poco, sus pensamientos fueron siendo sustituidos por las señales que su vista percibían, pues la belleza de la precordillera con sus picos de formas caprichosas y sus laderas coloridas, se le imponían con la autoridad que le da su esplendor. El río de montaña que acompañaba serpenteante nuestro paso y el cielo luminoso, decorado con “algodones”, más algún guanaco que se percibía a lo lejos, completaban el cuadro que cualquier pintor quisiera recrear. Mientras miraba extasiado pensaba, que los habitantes del lugar veían a diario este “idioma” natural que Dios tiene para comunicarse.

El recibimiento de un grupo de lugareños en la puerta de la capilla en la que permaneceríamos esos días, le emocionó. Y ya en los primeros días, comenzó a grabar en su corazón, sonidos como el del agua del deshielo corriendo por las acequias, silencios como los de la hora de la siesta, sensaciones como el del viento cálido sobre su piel, e imágenes como las de la cordillera nevada al amanecer o el cielo inundado de estrellas al anochecer.

Sin embargo, la máxima expresión de Dios en aquél lugar, la encontró en las risas de los niños, en sus miradas cristalinas y sus pies descalzos; en la simpleza de la gente que los recibía en cada casa, compartiendo lo poco que tenían para acompañar el mate y la charla; en los ojos cansados pero cordiales de cada anciano; en las manos curtidas de los que trabajan la tierra o el buen humor de los que trabajan para el “gobierno” (el municipio), y en la sana ingenuidad de cada joven. Luego de unos días descubrió que ellos le trasmitirían la esperanza a él y no al revés.

Se volvió sólo, pues como trabajaba en otros colegios, debía estar en Buenos Aires unos días antes que los demás. Y de alguna manera, mientras viajaba comenzaba a extrañar a ese Dios escondido en cada milagro de la naturaleza o en cada corazón abierto de la gente del lugar.

Transcurridos unos días, después de su regreso, se fue dando cuenta que en cada abrazo de su esposa y sus hijas, en cada situación cotidiana, en cada uno de los amaneceres o anocheceres o detrás de cada mirada aparentemente desafiante, pero muy necesitada de cada adolescente en clase, podía contemplar el mismo rostro oculto de ese Dios que, sutilmente, lo acompaña siempre, allí en Tamberías, aquí en su realidad cotidiana o donde sus pasos lo quieran libremente llevar.

RESULTADO DE ENCUESTAS ANTERIORES: