jueves


El ser y el no ser del catequista


Sin pretender agotar ni mucho menos las posibilidades infinitas de análisis presentaremos algunas “notas” del ser catequista (como siempre emparentadas con el hacer) esperando que sirvan de disparador para la reflexión, que cada uno (o cada comunidad) podrá complementar con sus aportes.

La palabra catequesis como tal no aparece en el Nuevo Testamento. Surgió en los primeros siglos del cristianismo. No hace referencia en principio a personas que por primera vez entran en contacto con la Buena noticia (el primer anuncio o “kerigma”), sino a la profundización de la fe de los que ya han adherido a Jesucristo.
La catequesis así entendida es un proceso de crecimiento en la comprensión de la fe y en la experiencia de la vida cristiana. Tiende a desarrollar la comprensión de la revelación a la luz de la Palabra que ilumina sus situaciones de vida. Suscita además una respuesta vital, pues, transformado por la gracia se pone a seguir a Cristo como verdadero discípulo y misionero.
La realidad marca que las fronteras entre el Kerigma y la Catequesis no son fácilmente delimitables. Muchas veces, las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, un primer anuncio de la Buena Nueva. Por eso, la Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso catequizador esté dedicada a asegurar la conversión. Cierto es que, más allá de las denominaciones, la actitud (y hasta la metodología catequística) surge del mismo Jesús (Confrontar por ejemplo el acompañamiento que hace de los discípulos de Emaús Lc) y de sus seguidores (cómo puede, verse en tantos textos del Nuevo testamento, como el de Felipe y el Etíope Hech)
Es decir que si decimos quien fue el primer catequista, obviamente tenemos que hablar del modelo de todo catequista: el mismo Jesús. Pero además, se puede considerar que, desde los apóstoles hasta nuestros tiempos, la Iglesia ha tenido una nube de testigos que a través de su catequesis más o menos sistemática según las circunstancias, nos han ayudado a crecer en la fe. 
Al catequista hoy, se lo podría definir como el cristiano comprometido en la transmisión de los contenidos de la fe, sobre todo compartiendo con el otro la experiencia de Jesucristo muerto y resucitado, vivo y presente en la propia vida y en la vida de la comunidad.
Pero, más allá de las definiciones, ¿Qué significa ser catequista? El que nos ve se pregunta: ¿Qué misteriosa atracción tendrá esta tarea para que sea elegida por alguien? ¿Por qué los que llegan a serlo en serio sienten un sano orgullo por lo que se les ha encomendado? Estas y otras preguntas son de difícil respuesta para los que no están en la misma “sintonía”, pero es bueno cada tanto hacernos esas mismas preguntas “hacia adentro”. Los que hemos sido llamados a esta hermosa ardua labor debemos cuestionarnos qué es y qué no es un catequista. Para así repensar nuestra catequesis en función de la realidad y no desde estructuras caducas que pueden empantanar tan hermosa tarea.

Volviendo entonces a nuestra pregunta… ¿Qué ES un catequista?

·                    Es alguien que descubre (recibe, escucha y responde) un llamado, es decir una vocación, que como tal, le ilumina la vida y lo lleva a su plenitud.
·                    Es aquél que siendo conciente de sus limitaciones, pone al servicio sus carismas para la construcción del Reino.
·                    Es alguien que se forma, pues toma su tarea en serio. Pero también es quien sabe que un maestro enseña, pero un testigo convierte.
·                    Es quien vive en oración ofreciendo su tarea y los corazones de sus catequizandos para que sea Dios quien actúe por medio suyo.
·                    Es portavoz, pues tiene claro que porta una Voz que no es la suya.
·                    Es alegría, pues su felicidad está ligada al sentido de la vida.
·                    Es transparencia, pues sin ser necesariamente un santo, deja traslucir a Cristo.
·                    Es coherencia, pues intenta vivir lo que predica.
·                    Es profeta del sentido, pues el ser humano necesita imperiosamente que se le ofrezca un sentido para vivir, y el catequista que trasmite la Buena nueva, puede ser un medio.
·                    Es el que está atento para que su tarea no caiga en la rutina, ni en el sacramentalismo, ni en la mera trasmisión de doctrina. Es decir que es quien busca que no se enfríe su Amor primero.
·                    Es el que trasmite el Amor, pues trasmite a Dios. Un Amor que compromete, que es unidad en la diversidad pues somos imagen de ese Dios que es Uno y Trino. Y por lo tanto trabaja en comunidad y suscita comunidad.
·                    Es sembrador y no cosechador, pues pocas veces verá el fruto de su siembra, pero confía plenamente en el poder de la semilla.
·                    Es, si asume su llamado con entrega y humildad, alguien que puede iluminar en la oscuridad, pero esa luz no es la suya, sino la de Cristo…

¿Qué NO ES un catequista? (o qué no debería ser):

·                    No es un docente frustrado, alguien que le gusta tener un grupo a cargo para, inconscientemente, “jugar” a tener alumnos.
·                    No es alguien con buena voluntad que por ser de algún grupo parroquial o de algún movimiento ya pueda estar preparado para estar al frente de un grupo (tampoco es la oportunidad de promover a alguien o “engancharlo” dándole alguna responsabilidad antes que se nos vaya).
·                    No es alguien que por su carácter autoritario va a tener “cortitos” a los catequizandos, ni es alguien que por su dulzura y complicidad con los chicos o jóvenes lo van a sentir como un amigo más.
·                    No es necesariamente el que tiene un gran conocimiento, ni es obviamente el que no sabe nada pero es buena persona.
·                    En el caso del catequista escolar, no es el catequista parroquial que no tiene la formación docente adecuada, ni es el que sólo está para hacer una oración de entrada en las reuniones de personal.
·                    No es predicador de milagros, pues esta no es la propuesta de Jesús.
·                    No es el que amenaza con el castigo de Dios, ni quien entusiasma con retribuciones celestiales.
·                    No es el amigo del cura, ni es el centro de la parroquia, ni es más que los demás…

Por último me gustaría volver a la idea inicial de la nube de testigos catequistas que nos han acercado cada vez más a Cristo, nombrando a quien podemos “ponerle el cartelito”, ya que él mismo se lo ponía, pues cuando se presentaba lo hacía de ese modo: como “Catequista”. Cuando dudemos de qué es la catequesis o qué significa ser catequista sólo debemos recordarlo a él, nuestro querido padre Frans…
RESULTADO DE ENCUESTAS ANTERIORES: