sábado

Ante el comienzo de clases, va nuestro homenaje a las maestras.

La maestra se dirigió al colegio como todos los días, aunque ese día no era uno más, pues las preocupaciones la embargaban. La tristeza se le notaba, por más que intentara disimularlo en cada saludo a cada una de sus compañeras. Colgó el saco en la sala de maestros, se dirigió hacia el patio y comenzó su rutina de ordenar a sus alumnos en la fila, que con sus gritos, empujones y risas demostraban estar totalmente ajenos a su dolor.

El camino hacia el aula, transcurrió entre retos brotados automáticamente y sensaciones interiores de amargura y falta de sentido.

Y allí estaba otra vez como todos los días al frente de un grupo de pequeñas personitas que desordenadamente iban acomodando sus mochilas, cargadas de cuadernos, cartucheras y sueños.

La maestra pensaba en su problema mientras una voz le imploraba –“¿puedo ir al baño?”- pensaba cuan cansada estaba mientras oía un grito de fondo –“seño” mírelo me esta pegando” -, reprimía sus ganas de llorar, al tiempo que otra vocesita le comunicaba “-me olvidé el libro, ahora que hago”-.

Muchas voces juntas para una persona con un mal día. Pero de pronto reaccionó ante un –“seño: ¿qué le pasa”- y volviendo la vista hacia el grupo, vio que la miraban curiosos y sorprendidos, con un silencio que hacia tiempo que no lograba.

Y al verlos así, reencontró en los ojitos de sus alumnos, como todos los días, el sentido de su vida...

Del libro "Destellos de Luz, reflejos de vida" de José Balabanian Ed. San Pablo (En edición)

El cuento de la semana.

PONERSE EN LOS ZAPATOS DEL OTRO


Micaela con sus 16 años y Julieta con 15, tienen algunas cosas en común: sus padres, la adolescencia, el cuarto, pero prácticamente nada mas. Pues no hay día en el que no discutan, haciendo valer cada una la potencia de sus voces, la fortaleza de sus afirmaciones y la debilidad de sus argumentos (aunque esto último no importa para ellas a la hora de defender una postura), y ni pensar en que alguna de las dos intente ver las cosas desde el "lugar" de la otra.

Si bien a ambas la situación no les produce ninguna gracia, pareciera siempre que la que mas molesta está con las actitudes de la otra es Micaela. Puede ser que esté celosa de su hermana menor, o que su carácter sea mas fuerte, o simplemente que le cueste comprenderla mas de lo que le cuesta a Julieta comprenderla a ella.

Varios son los motivos de conflicto: el ordenar la pieza, el traer las respectivas amigas a casa, las burlas recíprocas, etc. Y otros tantos son los motivos de "competencia": quién ayuda mas a la madre, quién recibe mas del padre, quién goza de mas libertad, quién es la mejor en el cole, quién entra primero al baño (y tarda mas en salir), y hasta la ropa (entre otras cosas) es motivo de "feroces disputas".

Cierto es que hace unos días algo extraño le pasó a Micaela. Se levantó como todas las mañanas, se vistió, y empezó (como de costumbre) a ver el desorden en el que Julieta dejaba sus cosas en la pieza, pero (y aquí comienza lo raro) percibió de inmediato que dicho desorden era prácticamente idéntico al que ella misma deja en sus pertenencias, luego protestó porque Julieta tardó en salir del baño, pero se dió cuenta que fue el mismo tiempo que tardó ella el día anterior (luego de haberle ganado en la carrera de llegar primera). Pero no terminan ahí las "rarezas", pues ante la primer discusión en el desayuno compartido, descubrió que parte de lo que le decía la hermana era cierto y que no tenía sentido discutir algo verdadero. Además, cuando Julieta pidió a los padres permiso para que vinieran dos amigas, Micaela reprimió (como nunca lo había hecho) sus impulsos de queja, reconociendo interiormente que hacía dos días seguidos que venían sus propias amigas a visitarla. Y cuando Julieta pidió un poco mas de plata antes de irse, para poder comprar algo de la librería, se sorprendió al no exigir ella también ese "derecho", aprovechándose de la situación.

Al llegar la noche, en el momento de levantar la mesa despues de cenar, Julieta protestó como siempre cuando le tocaba a ella levantar la mesa, pero esta vez Micaela no sintió rabia al escucharla, sino que pensó cuantas veces ella hace exactamente lo mismo. Al irse ambas hacia la habitación, Micaela notó que su hermana estaba triste porque el chico que le gustaba no la tenía en cuenta, y en vez de burlarse como solía hacer, se sentó a su lado y se puso a conversar con ella como nunca lo había hecho. Y fue en ese preciso momento que Julieta, mirándole los pies vuelve a enojarse y a proferir sus gritos característicos. Micaela sorprendida mira los zapatos de su hermana que equivocadamente tenía puestos desde que se levantó, y empezó a comprender...

Del libro "Destellos de Luz, reflejos de vida" de José Balabanian Ed. San Pablo (En edición)

viernes

Nos ponemos estos anteojos?

Un cuento de vacaciones

"La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo". Catecismo de la Iglesia Católica 22O5

UNA SEMANA MUY ESPECIAL

Había sido un año muy duro para José. Tuvo que trajinar y sufrir bastante, pues, fue su peor año económico-laboral. Ni a él ni a su familia les faltó lo imprescindible, pero las deudas, las inseguridades, y los vaivenes del país; unido al cansancio y la "saturación", hicieron que José llegara al verano con el humor alterado. Aunque intentara disimularlo, no siempre lo conseguía. Sentía una mala predisposición hacia los demás, incluida su familia. Cualquier entredicho con su esposa lo magnificaba; con las pequeñas rebeldías de su hija mayor reaccionaba como si fueran grandes pecados y con los gritos de su hija menor directamente creía que terminaría en el manicomio.

José se sentía abrumado, y pensaba que en su casa no podía hacer las cosas que le gustaría, como escuchar música a todo volumen, tocar el órgano, mirar fútbol todos los días o simplemente dormir hasta que le plazca. Quizás unas vacaciones le hubieran venido bien, pero no podía dejar el trabajo. Pero su familia sí. Podían irse una semana, y tal vez por todo esto, (con una rara mezcla de resignación y egoísmo), insistió para que vayan. Y si bien a su esposa no le gustaba irse sin él, la convenció, sacaron los pasajes y se fueron...

José estaba contento porque su familia disfrutaría y a la vez alegre porque por una semana haría lo que normalmente no podía, y así se "despejaría" de los problemas y del cansancio.

Pero ya el primer día se dio cuenta que algo no andaba bien... Quiso escuchar música con el volumen alto, y le molestaba a los oídos. Cuando quería dormir, daba mil vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño; y cuando quería ver un partido de fútbol, se quedaba dormido en el segundo tiempo. Se sentaba a tocar el órgano y no se le ocurría ninguna canción. Y para colmo sus comidas consistían en: hamburguesas quemadas, arroz sin sal, fideos con demasiada sal, y otras exquisiteces que terminaban comiendo el perro y el gato.

Con el correr de los días todo se iba acentuando. No soportaba el silencio al llegar del trabajo, y el no tener a quién contar lo que ocurrió en el día. Cuando iba por la calle no dejaba de mirar a los niños con sus papás y contaba los días que faltaban para reunirse con su esposa y sus hijas. Se dio cuenta que durante el año había desperdiciado muchas cosas por estar obsesionado por los problemas. "Re-descubrió" el gran amor que siente y que recibe, por la familia que Dios le regaló.

Las deudas lo seguían acompañando, pero ahora todo su pensamiento y su sentimiento estaban en otro lugar... En medio de su melancolía abrió una Biblia al azar y sintió que, de ahora en más, algo tenía que cambiar, mientras leía: "Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón"...

*(Mt.6,19-21)

(Extraído de "El Dios escondido" Ed. San Pablo)
RESULTADO DE ENCUESTAS ANTERIORES: